Acerca de nosotras ·

martes, 14 de noviembre de 2017

Matilde Ledesma Martín maestra republicana


Matilde Ledesma Martín (13 de Marzo de 1895 -10 de noviembre de 1975) nació en Almeida (Zamora). Era la hija mayor del matrimonio formado por José y Felisa que, siguiendo ideas republicanas, ofreció a sus dos hijas, Matilde y Brígida, las mismas oportunidades que a Genaro, el hijo menor. Con estos estímulos y los recursos de una familia de clase media, Matilde y Brígida estudiarían Magisterio y el chico, por su parte, se dedicaría a la empresa familiar de construcción de carros.

En la Escuela de Magisterio se vio Matilde entre la minoría de mujeres de alto origen que entonces podía acceder a estudios superiores, lo que agudizó su conciencia social y un buen aprovechamiento que le permitió obtener el Título de maestra de Primera Enseñanza superior el 6 de Septiembre de 1918 con un Sobresaliente. Esta abnegación y brillantez no pasaron desapercibidos para la Directora de esta Escuela, que contrató a Matilde como institutriz de sus sobrinas. Este empleo, sin embargo, no hizo olvidar a Matilde su vocación de maestra del pueblo y su solicitud de un destino, que la condujo a la Escuela de niñas de Robliza de Cojos (Salamanca).

En esta escuela pasaría Matilde únicamente un curso, pues una permuta de puesto con una maestra destinada en Almeida le permitió ocupar una plaza en la escuela de niñas de su añorado pueblo. Había que tener mucho arte, entrega y paciencia para animar al aprendizaje a cincuenta niñas de entre seis y catorce años, en su mayoría pertenecientes a familias humildes y ajenas a toda cultura, y Matilde los tuvo. En pocos años hizo crecer el interés cultural, los resultados académicos de sus alumnas y el aprecio de los padres, lo que el 1 de octubre de 1927 se tradujo en su nombramiento como directora de su Escuela.

Al instaurarse, la II República encontró una España con un 45% de analfabetismo, que alcanzaba más del 60% entre la clase humilde, particularmente las mujeres. Para hacer frente a esa lacra, el Gobierno republicano emprendió, entre abril de 1931 y diciembre de 1932, la construcción de 9600 escuelas, la formación y el reconocimiento de 7000 maestros/as con una ambiciosa renovación pedagógica. Entre los primeros objetivos de esta reforma educativa estaba la alfabetización de la población agrícola y femenina y la co-educación laica y no sexista.

Esta aspiración de la II República llevó a muchos maestros y maestras de cultura republicana a entregarse con pasión a su misión educadora. Matilde, su hermana Brígida  estaban entre ellos.

Para estimular la autoestima y el espíritu crítico y de superación en sus alumnas, hubo de cuestionar Matilde algunas costumbres discriminatorias y sexistas al uso y ser autodidacta. También las mujeres de humilde origen tenían derecho a ser felices y es por eso que la maestra las animaba a tener aspiraciones y a mostrarse en público, erguidas y naturales. Las llevaba a Zamora, a ver como se hacía el periódico, las interesaba en leerlo y discutir sus noticias; escenificó en clase los debates políticos sobre los derechos de la mujer, tanto como les mostraba el origen de la electricidad visitando los saltos del Duero.

 El 14 de agosto de 1936, la “Junta de Defensa Nacional” ordena la realización urgente por las fuerzas vivas de cada pueblo (Alcaldes, Párrocos, comandantes de la Guardia Civil y vecinos cuando hiciere falta), informes sobre la ideología y actuación política y social de los maestros y maestras de su localidad. Todo maestro y maestra que hubiera votado o simplemente simpatizado con el Frente Popular debía ser apartado/a de su puesto y, para mejor someterlo/a, detenido/a. La mentira, la difamación o la simple presunción van adquirir la categoría de prueba y acabarán llevando a la “Destitución definitiva del servicio”, al encarcelamiento, e incluso, la muerte, a los maestros más entregados a sacar a sus conciudadanos del analfabetismo y la sumisión

En Almeida el objetivo se llamaba Matilde Ledesma Martín, maestra y directora de la Escuela. Dado los brillantes informes de inspección que esta tenía, las nuevas autoridades locales no sabían de que acusarla a fin de que su encarcelamiento manchara su expediente académico. En su informe al Gobernador Civil de Zamora, del 29 de agosto de 1936, decía el alcalde fascista:

“DOÑA MATILDE LEDESMA MARTÍN.- Su conducta política ha sido desde el advenimiento de la República contraria a los más elementales postulados de sano patriotismo.
Simpatizó con la retirada de los crucifijos de las Escuelas.
En las elecciones de febrero votó al Frente Popular.
El Alcalde –Presidente, Florencio Aguilar” (Firma a mano).

Esta denuncia iba acompañada de otra manuscrita por el párroco que decía así:

“En contestación al informe que V. E. me interesa con fecha 29 de agosto he de manifestar:
a)    Que la labor docente desarrollada por Dña. Matilde Ledesma Martín ha sido solapadamente sectaria y antipatriota.
b)     Que su conducta en el orden religioso ha sido claudicante y en el orden social de eficaz perversión por su extraordinario ascendiente y
c)     Que en el orden político ha sido entusiasta propagandista de las ideas de Marcelino Domingo.
Dios guarde a V. E. muchos años.
Almeida 31 de agosto de 1936
El Párroco, (firma): Eduardo González

En esas acusaciones había una única verdad: Matilde era una ferviente admiradora del maestro y Ministro de Instrucción Pública D. Marcelino Domingo.

Esas sorprendentes acusaciones dieron lugar a la detención de Matilde Ledesma por unos días y a raíz de ello, a su suspensión de empleo y sueldo del 1 de Noviembre del 36 al 1 de Febrero de 1937, por orden del Rector, de la Universidad de Salamanca. Pero siendo su destitución definitiva lo que buscaban, el Alcalde, el párroco, el Comandante de la Guardia Civil de Fermoselle y el vecino Felipe R., elevaron en enero del 37 nuevos informes difamantes a la Comisión Depuradora del Magisterio de Zamora.

Con esos informes realizó esa Comisión un pliego de Cargos que hizo llegar a la maestra y esta refutó mediante cuatro folios de alegaciones mecanografiadas en pequeña letra, que comenzaban así:

“Teniendo en cuenta que nadie debe ser juez de su causa, remito en contestación a este cargo, copia de los informes dados sobre mi labor docente (…)[Adjuntaba copias de los elogiosos informes que tres inspectoras de enseñanza habían hecho de su labor en distintos años, entre diciembre de 1924 y abril de 1935].

La acusada continuaba con su defensa, así: “Mucho diría con relación a postergar a las niñas ya que tengo acerca de mis deberes un concepto más alto, pues creo merecería no llamarme maestra, (…), lejos, muy lejos de ello, (…), ya que también he procurado suavizar ciertas asperezas entre ellas, fruto de resentimientos familiares, llegando en algún caso a intervenir entre las propias madres (…)”

Frente a la acusación de haber “extendido su influencia nociva y perniciosa fuera de la Escuela (…), decía esto: “(…) me hiere enormemente se atreva (el denunciante) a calificar (así) mi labor, ya que, sintiendo fervoroso amor a mi patria chica he gastado las energías de mis mejores años dentro y fuera de la Escuela, no solo por cumplir con mi deber sino el de contribuir a su mejoramiento.

Agradecería a mi delator confesase no solo la influencia que me reconoce, sino también sobre quien la he ejercido, en que sentido y con que fin, (…) pues sobradamente saben que no obstante las divisiones locales, a las que debo no pocos disgustos y quizá las acusaciones de que he sido objeto, permanecí y continué cumpliendo con mi deber dentro y fuera de la Escuela, (…), haciendo ver a los padres ansiosos de manifestar su enérgica protesta que es más cristiano resignarse, tener paciencia y confiar en Dios.” (Con esto, Matilde hacía referencia a las protestas de algunos padres a raíz de su primera suspensión en noviembre de 1936).

Saliendo al paso de la acusación de ser consejera encubierta de los dirigentes locales del Frente Popular, Matilde argumentaba finalmente: “(…). Carezco de conocimientos y experiencia política, por ello, y porque siempre me pareció impropio de personas que disponiendo de razón  pretendieran usurpar la personalidad de sus semejantes imponiéndoles su forma de pensar, me abstuve de aconsejar, ni inducir a nadie hacia ningún campo político, (…)

Réstame solicitar de esa dignísima Comisión perdone si en algo o a alguien cree he podido molestar al hacer mis descargos, (…) y pedirle reclame cuantos comprobantes estime necesarios para que resplandezca la verdad de cuanto dejo expuesto”.
Dios guarde y guíe a esa Comisión
Almeida 18 de Febrero de 1937  /  Firma: Matilde Ledesma Martín

De nada valieron los muy elogiosos informes que del magisterio de Matilde habían hecho año tras año las inspectoras, la defensa que de ella seguían realizando los padres de sus alumnas y la ponderada, pero firme, defensa que la encausada hacía de si misma: la Comisión depuradora de Zamora elevó a la Comisión estatal de Depuración el fallo que desde el comienzo estaba escrito. Decía así:

“Esta Comisión estima que D.ª Matilde Ledesma Martín no debe continuar en el ejercicio de su cargo y en consecuencia propone a la  Comisión de Cultura y Enseñanza sea SEPARADA DEFINITIVAMENTE DEL MISMO.
No obstante, la Superioridad con su más cierto y elevado criterio, resolverá como estime justo.
Zamora 30 de Junio de 1937.  /  Pedro Gazapo (Firma y rúbrica)

Una vez obtenido este dictamen provincial de separación y al objeto de hacerlo efectivo y definitivo sin esperar al fallo de la Comisión Estatal, Matilde Ledesma fue mandada encarcelar por el Gobernador Civil  de Zamora bajo la acusación de “relacionarse y aconsejar a los dirigentes izquierdistas del pueblo de Almeida”. Una noche de agosto de 1937 llegaron a su casa los falangistas con la orden de detención gubernativa y la montaron en un coche con dirección a Zamora. Al llegar al puente sobre el Arroyo Sobradillo cerca de Mogátar, no sabemos si con objeto de asustarla o para algo peor, los fascistas detuvieron el coche y la mandaron bajar del mismo. Ahí, cuando la mujer pensaba que ya había llegado el fin de sus días, los mercenarios decidieron continuar hasta la Cárcel provincial de mujeres de Zamora donde depositaron a la maestra.

Además de a su hermana Brígida, en esa cárcel se encontraría Matilde a Luz, a María Isidro y tantas otras mujeres presas, políticas y sociales, zamoranas y portuguesas, víctimas en su gran mayoría de la misma arbitrariedad. Por fortuna para ellas, poco tardaron las maestras en poner en marcha coloquios y clases informales que llenaban de un poco de cultura y amenidad tantas horas muertas de prisión.

El reconocimiento que hacia Matilde seguían manteniendo la mayoría de sus paisanos y los avales que las autoridades educativas hacían de ella, terminaron poniendo en evidencia las falsas denuncias que sus enemigos locales habían hecho, de modo que la revisión de la causa solicitada por la familia de Matilde en noviembre en 1938, produjo su puesta en libertad el 9 de diciembre de ese año.

La llegada a Almeida de la maestra, movió a que sus enemigos solicitaran su cese por cuarta vez. La carta directa al Gobernador Civil de Zamora, suscrita entonces por la Corporación fascista en pleno y el Juez Municipal, decía así:

“(…). Por orden superior ha sido puesta en libertad, y como su expediente no ha sido resuelto se incorporará a la Escuela al final de las vacaciones actuales; siendo esto de perniciosísimo efecto para el vecindario, de enorme rémora para nuestro Movimiento y para la conciencia de las niñas de un efecto moral desastroso.
Como autoridades locales creemos estar obligados a evitar que Doña Matilde Ledesma Martín vuelva a ocupar esta escuela, lo que sería tanto como darle patente de inocencia, si bien fuera momentánea, con las consecuencias que ello acarrearía para este vecindario.
Por lo expuesto acudimos a V. E. y
SUPLICAMOS se digne hacerse eco de nuestras anteriores manifestaciones y buenos deseos dando traslado de la presente a quien corresponda si no fuera de su competencia la resolución de esta instancia.
            Dios salve a España y guarde a V. S. muchos años.
                       Almeida 15 de diciembre de 1938; III Año Triunfal
            (Firma el alcalde junto a otras seis personas)
            (Hay dos notas al margen que dicen: PROVISIÓN ESCOLAR.  Pasa a depuración Vitoria, 25- 12-38 y Vitoria,27-12-38. Hay cuatro sellos: respectivamente de Ayuntamiento, del Juzgado y dos del Ministerio de Educación Nacional


Al final, el poder y las reiteradas presiones de las autoridades fascistas de Almeida se impusieron sobre las razones educativas y sociales y obligaron a la Comisión Superior Depuradora a emitir la separación de Matilde. Esta Comisión cedía a las presiones aunque, para guardar las formas, solicitó nuevos informes de la Comisión de Depuración de Zamora y del Servicio de Información y Policía Militar  (S. I. P. M.) de Burgos que, como estaba cantado, reiteraron sus malos informes. “La separación definitiva” ya estaba cocinada y servida. Era lacónica: “Esta Comisión Superior (…) propone a V. E. Separación definitiva del servicio y baja en el escalafón respectivo.”
Vitoria, a 10 de Junio de 1939


Aún después de eso, para satisfacción de sus alumnas y contrariedad de sus perseguidores, Matilde Ledesma se mantuvo en su puesto de maestra-Directora un año más, de enero de 1939 hasta el 19 de enero de 1940. Y es que la defensa de los padres, la escasez de maestras, los favorables informes de la inspección de educación de Zamora y la activa resistencia de Matilde eran demasiado sólidas como para ser ignoradas, tanto es así que al final lograron que la Comisión Superior Depuradora solicitara a las partes una sanción de compromiso.

Tras muchos tiras y aflojas, se produjo el acuerdo y pudo Matilde elevar al Excmo. Ministro de Educación Nacional, la segunda petición de revisión de su separación definitiva, juntando a los elogiosos informes de la Inspectora Ángeles Antelo y el Inspector Jefe de Educación de Zamora, Sr. Juan Jaén que decía: “debiera de atenderse a lo solicitado por dicha Maestra ya que se trata de una excelente funcionaria (…) perseguida por algún vecino (…) informando a la superioridad de una manera tendenciosa”;  el favorable del párroco, Eduardo G., -que haciendo gala de gran hipocresía, venía a decir ahora justo lo contrario que cuatro años antes- y el “neutral” silencio del nuevo ayuntamiento de Almeida. Esta solicitud terminaba así:
“SUPLICA le sea concedida la revisión de su expediente y probada su inculpabilidad le sea levantada la sanción y reintegrada a su destino [Véase que no solicita ser reintegrada a su puesto de Directora en Almeida].
Gracia que espera conseguir de V. E. cuya vida Dios conserve muchos años.
Almeida  23 de Enero de 1941

Tuvo que transcurrir otro año para que, en el cambio de postura del párroco y el mutismo de la corporación, encontrara el instructor de la causa de Matilde motivos para elevar a la Comisión Superior Dictaminadora de Expedientes de Depuración un informe parcialmente favorable, que remataba así:

“(…) los escritos de que hemos hecho mención, no es que los consideremos con fuerza suficiente para desvirtuar las graves acusaciones que pesan sobre la recurrente, pero es indudable que las atenúan en grado suficiente para fundamentar una atenuación de la sanción, máxime si consideramos que precisamente por ser ella persona de gran ascendiente entre un numeroso sector de Almeida, puede haber influido para que los informantes se hayan mostrado extremadamente rigurosos en sus informes, lo cual ha motivado, sin duda, la reacción favorable del Sr. Cura Párroco (sic) en su último informe. Por todo ello estimamos que la Sra. Ledesma debería ser indultada de la separación que sufre, aunque haciéndola objeto de una grave sanción.

Y en virtud de lo expuesto, el que suscribe tiene el honor de proponer a V. E. se declare definitivamente revisado el expediente de depuración instruido a DOÑA MATILDE LEDESMA MARTÍN, dejando sin efecto la O. M. de 30 de diciembre de 1939, por la que fue separada del servicio, y en consecuencia dictar otra por la que sea rehabilitada para el desempeño de escuelas, con la sanción de SUSPENSIÓN DE EMPLEO Y SUELDO POR DOS AÑOS CON ABONO DEL TIEMPO QUE LLEVE EN TAL SITUACIÓN, TRASLADO FORZOSO FUERA DE LA PROVINCIA DURANTE UN PERIODO DE CINCO AÑOS E INHABILITACIÓN PARA EL EJERCICIO DE CARGOS DIRECTIVOS Y DE CONFIANZAEN INSTITUCIONES CULTURALES Y DE ENSEÑANZA.
V. E. no obstante resolverá lo que estime más justo.
               Madrid 26 de enero de 1942.
               (Firma ilegible)

Tal como estaba previsto, esta propuesta de sanción fue aprobada por la Comisión de Revisión de Expedientes y en cumplimiento de la misma la maestra estuvo separada de la docencia de Enero de 1942 a septiembre de 1944, fecha en que se incorporó como maestra a la escuela de la localidad salmantina de Sepulcro-Hilario.

Seis años estuvo trabajando en ese pueblo, con la esperanza puesta en ver reconocida su razón y restablecida en la plaza de su añorada escuela. Y la oportunidad surgió en enero de 1951, con la jubilación de la Directora de la misma. Para entonces las turbias razones para su separación se habían quedado en evidencia y resultaban tan insostenibles, que hasta la Corporación de Almeida, encabezada por su nuevo alcalde, -otrora concejal acusador-, Juan Ramos, se dispuso a solicitar la rehabilitación plena de la maestra. La solicitud mecanografiada, -que aunque firmada por los corporativos, nos parece redactada por la maestra-, terminaba así:

“SUPLICAR a V. E. se digne tener por presentada esta solicitud y ordenar sea revisado el expediente de depuración de Da. Matilde Ledesma Martín, anulando la sanción de traslado a la Escuela nacional de Sepulcro –Hilario, en la provincia de Salamanca, reponiéndola en el cargo de Directora de esta Escuela nacional de niñas, con lo que se realizará un acto de justicia que este pueblo ha de agradecer eternamente a V. E.
Dios guarde a V. E. muchos años,
    ALMEIDA DE SAYAGO (ZAMORA) 12 de Enero de 1951.”
Firmado y Rubricado: el Alcalde citado, cuatro concejales, el cura párroco y el Juez de Paz.

En un espacio más abajo, añadía este texto la maestra:

“Me adhiero a la precedente petición de las Autoridades de Almeida de Sayago, por la que solicitan de Excmo. Sr. Ministro de Educación Nacional, la revisión de mi expediente de depuración, por estimarlo de justicia.
Firmado: Matilde Ledesma.”

La solicitud de revisión la completaba la maestra con los brillantes informes de la inspección de Educación y con su propia solicitud de revisión, que terminaba así:

“SUPLICA sea revisado su expediente, se reconozca lo inmerecido del castigo y postergación que sufre y se la levante la sanción ordenando sea repuesta en el cargo de Directora de la Escuela de Graduadas de niñas de Almeida de Sayago, hoy vacante por jubilación de la propietaria.
Es gracia que espera alcanzar del recto proceder de V. E. cuya vida guarde Dios muchos años.
 Sepulcro-Hilario a fecha del 26 de Febrero de 1951.
La maestra: Firmado. Matilde Ledesma.

Dado que la directa restitución solicitada se podía interpretar como el reconocimiento de lo injusto de la destitución, el Ministerio de Educación denegó la reintegración solicitada  y obligó a Matilde a someterse a un concurso de traslados. Como tenía los puntos y méritos necesarios aprobaron su traslado. El puesto de Directora lo alcanzaría dos años después.

Tras dieciséis años de tenaz y cívica lucha junto a sus inspectores y paisanos, Matilde, se impuso a la injusticia y la hipocresía. Pero era, sin duda, un triunfo parcial y doloroso: atrás quedaban el sistema de coeducación republicana, sustituido por un sistema educativo autoritario y clasista y miles de vidas y carreras de las/los mejores maestros definitivamente truncadas. Entre ellas, las de su hermana Brígida y su cuñado José.

Todavía se recuerda en Almeida que tras volver al pueblo, no se oyó a Matilde un comentario contra quienes la habían difamado y agredido con tanta crueldad. Esa contención ocultaba, sin embargo, muchas cicatrices y sufrimientos que, a decir de su sobrina, hicieron escéptica a esta mujer. Así, al verla haciendo la carrera de Derecho en los años 50, la aconsejó que priorizara el Magisterio diciéndole: “como mujer abogada vas a encontrarte, en esta España, toda clase de obstáculos”.

En su nueva etapa, tuvo ocasión Matilde, de poner de relieve su espíritu emprendedor y solidario, reformando las instalaciones de la Escuela de Almeida, para dotarla, en los primeros años sesenta, de una cocina y un comedor escolar. La gente de bajos recursos agradeció mucho el que sus pequeños/as, además de educación, recibieran en la escuela una alimentación de tipo castellano, más variada y completa incluso, que la que la jerarquía establecía y muchas familias podían proporcionarles.

Matilde Ledesma Martín, se jubiló en 1965, con 70 años. Se había mantenido soltera, pero no sola: la enseñanza era su vida y su alumnado, su familia. Había sido la animadora de la Escuela de Almeida, de modo que sus compañeras/os organizaron un homenaje con apoyo de las Instituciones del pueblo pero, una vez más, sus enemigos de siempre lo impidieron. También por esas fechas, la Inspectora Isabel López del Amo, propuso en la Junta Provincial de Enseñanza se concediera a Matilde la Cruz de Alfonso X El Sabio. La respuesta del Delegado de Educación de Zamora fue tajante: “¡No vamos a dar ninguna condecoración a una maestra de izquierdas!”  El tiempo no había pasado para esas cosas.

Tras jubilarse continuó fomentando la cultura entre sus paisanos, entre otras cosas, montó y dirigió una biblioteca pública, -que todavía funciona en Almeida-, que completaba con la estimulación a la lectura de los niños, reuniéndolos/as en sesiones de “cuenta-cuentos”.

Matilde Ledesma falleció el 10 de noviembre de 1975, diez días antes que Franco. Tenía 80 años.

Casi diez años después, -bien entrada la democracia-, cumpliendo el deseo popular, a la Escuela Pública de Almeida se le dio el nombre de Colegio Público de Educación Infantil y Primaria, Matilde Ledesma Martín.

En nuestro acercamiento a Matilde Ledesma Martín, era importante conocer el tiempo y condiciones de su estancia en prisión, que siempre resultan ilustrativas. Así, empezamos solicitando al Archivo General de Instituciones Penitenciarias su Expediente penitenciario junto al de otras mujeres apresadas con ella. Meses más tarde obteníamos los expedientes de esas mujeres, pero no el de Matilde. “No hay ningún expediente con tal nombre”, explicaron. Era raro, la Dictadura lo registraba todo… Meses después, tras conocer la rectificación laboral que el Régimen se vio obligado a hacer a Matilde tras 11 años de separación, encontramos la explicación: el expediente penitenciario era la prueba del injusto trato dado a Matilde y era mejor hacerlo desaparecer.


 Tomado del articulo de José María del Palacio Alonso 
http://foroporlamemoriazamora.blogspot.cl/p/microbiografias.html
http://www.ecorepublicano.es/2017/09/matilde-ledesma-martin-1895-1975.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario

HH

Más