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sábado, 20 de septiembre de 2025

Alicia Llácer Gil de Ramales epidemióloga

 



Alicia Llácer Gil de Ramales ( 7 de diciembre de 1947- 20 de septiembre de 2014) referencia a favor de la salud pública y el compromiso político desde las bases

Dice Isabel Peña Rey  en el articulo que copiamos a continuación que  la salud pública, el feminismo y la política, a los que tanto dio, no deberían olvidar a Alicia y en esas estamos once años después de su partida. No la conocimos pero hemos leído varias veces agradecimientos a su compromiso y acción.  Sus múltiples escritos también nos hablan de que la ocupaba y desde aquí queremos recordar, agradecer y celebrar su vida .

Traemos dos textos que nos ayudan a conocerla :

Cuando llegué a Madrid para trabajar en el Instituto de Salud Carlos III, unos amigos me aconsejaron: «cuando estés allí, la persona con la que tienes que contactar, la referencia a seguir, es Alicia Llácer; búscala y aprende de ella».

Me tomo la licencia de comenzar con esta anécdota personal para ilustrar lo que representaba Alicia Llácer Gil de Ramales: una referencia para la salud pública y el compromiso político desde las bases. Alicia reunía un cúmulo de características, experiencias y potenciales que transmitía una especie de fascinación y ejemplo a seguir hacia los que la conocíamos, al menos más allá del trato superficial.

Desde su infancia en Valencia, donde había nacido, Alicia vivió en el seno de su familia la lucha antifranquista. Pero si el objeto de la lucha cambió a la muerte del dictador, no lo fue así el objetivo principal (expresión tan oportuna cuando hablamos de una investigadora), que siguió siendo, durante todos los días de su existencia, la lucha por la igualdad, la libertad y la erradicación de las desigualdades sociales.

Como nos recuerdan estos días sus compañeros y camaradas, la universidad era en aquella época un escenario en el que la lucha no era una metáfora, sino una realidad, y Alicia practicó desde el principio la militancia activa y visible (aunque clandestina) en las filas del Partido Comunista de España y del Sindicato Democrático de Estudiantes; nunca tuvo dudas con respecto a dónde estaba su sitio: junto a los oprimidos y los más desfavorecidos.

Ya licenciada en Medicina, y vinculada a un campo tan incipiente y poco cultivado en España como la salud pública, Alicia Llácer se convirtió primero en un referente político y científico en el Centro Nacional de Microbiología. Posteriormente tuvo un papel muy activo en la creación de la Escuela Andaluza de Salud Pública; su trabajo en la Delegación de Sanidad de Granada dejó huellas difíciles de borrar, también en ella misma. Aunque no le gustara demasiado hablar del tema, cuando lo hacía, contándonos su actividad laboral, pero también la personal, era de una sinceridad extraordinaria y se notaba lo importantes que fueron esos años en su vida, también en lo personal. Su paso por Andalucía, como cuentan sus compañeros, le debe la consolidación de un modelo y de una forma de trabajar rigurosa y comprometida.

Ella también asistió desde dentro al amanecer de la Sociedad Española de Epidemiología, en unos momentos en que lo que hacía falta eran dosis elevadas de trabajo, generosidad, paciencia, corazón y neuronas. Y Alicia tenía de todo ello, y en grandes cantidades, y eso llevaba a que habitualmente se la relegara a un segundo plano, desde el que ella acostumbraba a seguir contribuyendo sin escatimar esfuerzos.

Ya de vuelta a Madrid participó, como siempre con denuedo e inquebrantable tesón, en el desarrollo del Centro Nacional de Epidemiología, donde trabajó hasta su fallecimiento y donde se la reconocía desde su llegada como esa referencia moral y ética. En el Centro, su despacho era un punto de encuentro para cualquiera que quisiera o necesitara algo, o sencillamente deseara compartir un buen momento con ella. Pasábamos muchas personas a contarle cómo había ido el día, o a pedirle consejo sobre algún tema que nos mantenía en vilo; había trabajado en tan amplio espectro de la salud, que su consejo era muy valioso. Daba igual el tema; ella lo analizaba y comprendía, y ayudaba como cada uno de nosotros esperábamos que hiciera. Su mente científica, increíblemente aguda, era un apoyo para muchos y un acicate para la mayoría. Los estudios de mortalidad eran su ocupación nuclear en el Centro Nacional de Epidemiología, pero en las órbitas estaban los verdaderos ejes en los que desplegaba su sabiduría: las desigualdades sociales, las desigualdades en salud por el rol social de ser mujer u hombre… Por ello, el feminismo también le debe mucho a Alicia. Pero es que para ella la política y la lucha por los ideales lo eran todo, y la salud pública y el feminismo formaban parte de ese todo.

Alicia tuvo la virtud, extremadamente difícil, de hacer que, desde su aparente heterodoxia, la ortodoxia política y el rigor científico fueran una norma en su vida, y un ejemplo para quien lo quisiera tomar, en cualquiera de los ámbitos de su actividad. Y también en el ámbito personal.

Era en este ámbito personal en el que Alicia destacó por encima de todos, y eso ya es decir mucho, dada su dimensión descomunal en la salud pública y en la política. Pero es que, como suele decirse, en las distancias cortas era donde desprendía ese magnetismo y esa fascinación que de otro modo tal vez resultaran menos visibles.

Alicia Llácer era una mujer preocupada por las mujeres de forma universal, pero también de forma particular preocupada por las mujeres y los hombres que tenía cerca y a los que quería, o simplemente apreciaba. Y la generosidad que siempre mostró en su compromiso político y científico se desplegaba con aún mayor intensidad hacia las personas de sus círculos más cercanos.

A pesar de lo férreo de sus convicciones, Alicia no tenía ningún reparo en mostrar comprensión, respeto y curiosidad ante otras formas de ver o analizar la realidad. Escuchaba, y cuando lo veía oportuno, hablaba, con una mezcla de humildad y seguridad que tranquilizaba y convencía. Su perspicacia era enorme, y resultaba muy difícil ocultarle cualquier cosa, porque parecía desarrollar ese sexto sentido que le decía que había algo más. Por eso era nuestra referencia.

Alicia se mantuvo siempre en su sitio, que no era otro que el de la lucha constante y donde se la necesitara. Rigurosa y ortodoxa, Alicia Llácer se rodeaba también de anécdotas, pero nada en ella era anecdótico, todo formaba parte de una personalidad compleja y fascinante, luchadora, comprometida, brillante, generosa y solidaria. Los que tuvimos la fortuna de disfrutarla nunca la olvidaremos, y la salud pública, el feminismo y la política, a los que tanto dio, tampoco deberían hacerlo.

Isabel Peña-Rey- Dirección General de Salud y Consumo, Comisión Europea


Réquiem por Alicia, nuestra dulce rebelde

Son las 11 y media. En estos momentos se celebra en Valencia el acto de despedida del cuerpo de nuestra querida compañera Alicia (Alicia Llácer Gil de Ramales) y me gustaría acertar con la pluma para expresar el sentimiento que me ha traído la perdida, hasta hace poco inesperada, de Alicia. Al principio de mes, en el último congreso de la SEE en Alicante, me enteré por Javier y Quique que “Alicia estaba muy mal…”, ingresada en una UCI de Valencia. Fue una gran sorpresa. No me lo podía creer. Hacía apenas un par de semanas, me había enviado un email con un artículo en que se ponía en duda la fiabilidad de los registros de suicidio en España. Formaba parte de nuestro interés compartido (entre otros muchos) por vigilar y denunciar el impacto sobre la salud colectiva de esta larga y puñetera crisis.

Durante la bella noche de la cena oficial del congreso, debajo del castillo iluminado de Alicante, Beatriz, Mª Angeles y otras compañeras, compartíamos con dolor y susto la posibilidad de perder a una persona como Alicia, que siempre ha estado ahí. Que formaba parte de los aliados, de las amigas, de las compañeras con las que podías siempre contar, para muchas batallas y complicidades. Y ahora no iba a estar. Ya no lo veríamos venir andando por los pasillos con su aire despistado. Su posible perdida, nos recordaba nuestra fragilidad y la importancia de valorar a los que están a tu lado, pero se pueden ir para siempre.

Me di cuenta, que una vez más, iba a perder una persona a la que estimaba mucho, sin saber apenas nada de ella, de su biografía, de su situación personal o familiar. Simplemente, estaba muy a gusto cuando nos encontrábamos, cuando charlabamos. Me sentía muy apreciado por ella y yo la apreciaba mucho. Mi comunicación con Alicia era fácil. Compartíamos muchos guiños y puntos de vista, sobre nuestro papel como salubristas y sobre el compromiso social al que va asociado. Habíamos hecho piña en varias situaciones y sabíamos que podíamos contra uno con otra, una con otro. En muy diferentes escenarios. La recuerdo haciendo preguntas en los seminarios de Epidemiologia Social de la Escuela Nacional de Sanidad. También en los del CNE y al final de las conferencias o mesas de congresos. Siempre sabia “poner el dedo en la llaga”. Señalar “lo instituido”, lo oculto en un estudio o ponencia. Lo que sobraba, lo que se ha obviado, lo que está descontextualizado socialmente. Tenía un buen ojo clínico (?) para ello (más bien un buen ojo social). Y lo mejor es que sabía ser incisiva con amabilidad y respeto. Con ese tono cariñoso y esa pinta de eterna joven hippy. Incluso cuando sacaba la bandera de la perspectiva de género, sabía hacerlo con el tono adecuado. Lo que tiene mucho mérito. Alicia era una rebelde, pero una dulce rebelde. Supongo que no siempre y no con todos. Conmigo sí lo fue.

También la recuerdo en otros foros. Por ejemplo, en las reuniones del 15M de la Conce, en manifestaciones, etc. En una charla-debate que tuvimos en la AAVV de su barrio, en la que intentaba pasar desapercibida como “experta epidemióloga”. Quería estar como una vecina más. Que no la delatara Ella tenía su propia forma de combinar el trabajo con las bases de datos en ámbitos “científicos” y académicos, con el trabajo con los vecinos, con las pancartas y en las plazas.

La recuerdo con su típico “peinado”, su típico andar y su típica indumentaria, reaprovechada, despreocupada, cómoda y nada coqueta (faldas anchas, pantalanes vaqueros anchos, camisetas anchas, sandalias, etc.), toda una declaración de intenciones y prioridades, propia de los rebeldes de los años 70. Tan huerita ella, con esos bellos ojos claros y esa sonrisa dulce.

Alicia me regañaba de vez en cuando. También cariñosamente. Me reprochaba mi silencio, no haber intervenido desde el público, replicando a los ponentes de las mesas redondas y conferencias, como hacía ella. No haber interpelado, no haber aportado la visión crítica frente al discurso oficial, excesivamente repetitivo, neutral y tecnocrático. Me empujaba a aportar una mirada diferente, que contrastase con los que siempre hablan, con un lenguaje que ella consideraba demasiado cómodo y complaciente. Compartíamos una insatisfacción con el papel jugado por las sociedades científicas (incluida la SEE y SESPAS) en momentos históricos críticos de nuestra sociedad, con la insuficiente independencia frente a las autoridades de turno, con el insuficiente compromiso social. Le gustaba ser la conciencia crítica de la Epidemiologia española. También era una entusiasta seguidora de este blog y esperaba demasiado de mí. Aunque a mí me servía de estimulo y acicate. Ya no lo tendré.

En ese mismo congreso de Alicante, donde me enteré de su probable inminente muerte, nos repartieron un libro sobre los 35 años de historia de la SEE. Ella había sido una de las socias fundadoras de la SEE, como muchos de los médicos que aprobaron en marzo de 1977 la oposición a “plazas de facultativos jefes de sección de la Sanidad Nacional, especialidad de Epidemiologia”. Ella figuraba como la nº 5 de una lista de 45, en las que se encontraban la mayoría de las ilustres figuras “seniors” actuales de la Epidemiologia española. Teniendo en cuenta esto, me llamó la atención que no ocupase un cargo o una posición profesional más importante, como otros de su promoción. Que ella siguiera como epidemióloga de base, “contando muertitos”, como le decía a un compañero. Las razones las desconozco, pero las intuyo. Alicia era una compañera más del CNE, pero una de sus máximas autoridades morales. Espero que otros y otras escriban estos días algo sobre esta historia que nos ayude a saber más sobre la biografía de Alicia, sobre las razones de su rebeldía.

De momento, ofrezco este blog, a quien quiera escribir algo sobre ella, incluidos sentimientos, anécdotas, besos de tinta, etc, que nos ayuden a pasar su duelo y a compartir su homenaje. Un merecido homenaje póstumo.

Descansa en paz, Alicia. Gracias por tu amistad. Gracias por tu ejemplo. Siempre te recordaré, siempre te recordaremos… con mucho cariño y dulzura

Por Javier Segura del Pozo- Médico salubrista

https://saludpublicayotrasdudas.wordpress.com/2014/09/

https://epiymas.blogspot.com/2014/09/el-mundo-sin-alicia.html

https://saludpublicayotrasdudas.wordpress.com/2014/09/22/requiem-por-alicia-nuestra-dulce-rebelde/#more-898

https://www.espaciosanitario.com/tag/alicia-llacer-gil-de-ramales

https://gacetasanitaria.org/es-recordando-alicia-llacer-1947-2014--articulo-S0213911114002799

https://repisalud.isciii.es/entities/person/55a3d0d5-443f-4295-895f-5edaece2d519

https://www.seepidemiologia.es/documents/dummy/seenota_SEP-2014.pdf

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HH

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