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martes, 11 de marzo de 2014

Gladys Dí­az Armijo

La periodista de radio y televisión, Gladys Dí­az, nacida el 10 de julio de 1936, era una de las más conocidas personalidades del MIR. Después del golpe pasó a la clandestinidad y fue detenida el 20 de febrero de 1975 en Santiago, siendo torturada en un centro de detención secreto de la DINA. En esta primera fase de la detención, llamada “incomunicación“, los detenidos podí­an “desaparecer“ en cualquier momento sin dejar rastro, porque las autoridades negaban tenerlos en su poder. Esta fase duraba el tiempo necesario para que los agentes de la DINA pudieran arrancarle información útil a los prisioneros, lo que podí­a variar desde un par de dí­as hasta algunas semanas, pues después de este tiempo sus contactos en la clandestinidad eran advertidos y suspendí­an los encuentros secretos. Gladys Dí­az estuvo incomunicada durante 80 dí­as en el centro de torturas de Villa Grimaldi en Santiago.

El grupo Chile de Amnistí­a Internacional en Francfort del Meno (RFA1) y otros grupos de solidaridad denunciaron la situación que viví­a Gladys Dí­az. Uno de los recursos para detener la tortura y detención de un prisionero era conseguirle un puesto de trabajo en Alemania, lo que además era la condición para incorporar a esa persona en la iniciativa de acogida de los prisioneros polí­ticos chilenos en la RFA. Gracias a la intermediación de Amnistí­a Internacional, Gladys Dí­az recibió una oferta de trabajo de la “Fundación Cogestión“ (Stiftung Mitbestimmung) de la Confederación de Sindicatos alemanes (DGB), que posteriormente serí­a la Fundación Hans-Böckler.



La embajada alemana en Santiago, a la cual se habí­a enviado la oferta de trabajo, “estuvo facultada hasta marzo de 1976 para rechazar, sin consulta al gobierno alemán, las solicitudes de los miristas que buscaban ser incorporados en la iniciativa de acogida“, hecho que era totalmente desconocido para los grupos de solidaridad con Chile. La embajada rechazaba desde un principio a los militantes del MIR. Al parecer, la embajada se refiere a esta selección previa cuando responde a Gladys Dí­az: “por razones de seguridad“ no existe “por el momento ninguna posibilidad de acogida en la República Federal de Alemania“. En la misma carta añade: la Fundación Cogestión, que habí­a ofrecido un puesto de trabajo a Gladys Dí­az para facilitar su acogida, deberí­a “pedir información lo más detallada posible sobre el pasado de sus protegidos“ a Amnistí­a Internacional (que impulsaba la iniciativa de acogida de la RFA para los prisioneros polí­ticos chilenos junto a la Diakonischen Werk) y ofrecerle trabajo sólo a aquéllos que no representen un riesgo de seguridad. La embajada cataloga al MIR como una organización terrorista con más de 8.000 militantes durante el gobierno de Allende (carta de la embajada alemana al Ministerio de Relaciones Exteriores alemán del 14.5.1975, ZA (2)2 108.031).

En cambio, el Ministerio del Interior de la RFA estaba dispuesto a incluir en la iniciativa de acogida a los miristas detenidos y amenazados con la tortura y el asesinato y asumió la revisión de la seguridad. Hubo reuniones con el Ministro de Estado Hans-Jürgen Wischnewski y con el subsecretario adjunto Jürgen Schmude. Amnistí­a Internacional también abogó por Gladys Dí­az ante el Ministerio del Interior. El Departamento 3 del Ministerio de Relaciones Exteriores apoyó los reparos de la embajada y una decisión en favor de la práctica anterior de no admitir el ingreso de miristas en la RFA. El resultado de las negociaciones fue que se realizarí­a una revisión caso a caso y que los miristas, a quienes se les otorgara el asilo, debí­an firmar una declaración y contar con una especie de garante en la RFA.

Johannes von Marré, consejero de legación en la Cancillerí­a, revisaba durante los fines de semana “decenas de expedientes recopilando información sobre el MIR para Wischnewski, quien es repetidamente atacado por rechazar a los miristas (entre otros a Gladys Dí­az)“ (carta de la Cancillerí­a a la Embajada alemana del 8.9.1975, ZA 100.786)
El 27 de abril de 1976, cuando el Ministro del Interior decidió autorizar el ingreso de Gladys Dí­az, la embajada “recibió la noticia con sorpresa“ y manifestó su temor de que se propagara el terrorismo internacional en la RFA (carta de la Embajada alemana a la Cancillerí­a, del 31.5.1976, ZA 108.031). La extrañeza era recí­proca, como lo sabe el autor por haber participado en ese entonces en las negociaciones con el Ministerio del Interior alemán. El Subsecretario adjunto Schmude consideraba que la designación del embajador alemán en Santiago, Erich Strätling, habí­a sido una mala elección.La DINA hací­a “desaparecer“ a sus detenidos sacándolos de sus centros de detención secretos y entregándolos a un comando de exterminio. Gladys Dí­az fue sacada cinco veces desde el centro de detención en que se encontraba y, cada vez que eso sucedí­a, parecí­a que fuera a ser “desaparecida“. En esas ocasiones era trasladada durante horas o dí­as a un lugar desconocido, donde no sucedí­a nada, y luego era devuelta al centro original. En una de esas situaciones es posible reconstruir lo ocurrido: un miembro del grupo Chile de Amnistí­a Internacional llamó a la embajada de Chile en Bonn y preguntó por la situación de Gladys Dí­az. La respuesta fue que ella no estaba detenida. Amnistí­a Internacional inició inmediatamente una acción de enví­o de telegramas. En la DINA deben haber pensado que ciertos poderes supremos se habí­an conjurado en su contra y los agentes decidieron dar pie atrás y la devolvieron al centro original. Gladys Dí­az se transformó en un caso emblemático. Una vez que ambos Estados comenzaron a negociar su liberación y la dictadura ya no la podí­a torturar, fue puesta en una celda junto a Luis Corvalán, el detenido más prominente del Partido Comunista, por cuya liberación también cursaba una campaña internacional.

Entre los “peticionarios“ que abogaron por la liberación de Gladys Dí­as frente al Ministerio de Relaciones Exteriores alemán se contaban el escritor Gerhard Zwerenz y su esposa Ingrid, la periodista berlinesa Vera Gasenow, los académicos Elmar Altvater, Klaus Knothe y Peter von Oertzen y la asociación de la iglesia protestante alemana Diakonische Werk.
Al igual que otros militantes detenidos del MIR, Gladys Dí­az debió firmar una declaración en la que se comprometí­a “a abstenerse de realizar cualquier actividad polí­tica en la RFA que pudiera atentar contra el orden y la seguridad públicos o la formación de voluntad polí­tica u otros intereses importantes“ de la RFA. Un pastor evangélico de Hamburgo actuó como garante. Sólo entonces fue trasladada desde la prisión hacia el aeropuerto, para volar desde allí­ a Hamburgo acompañada de su pequeño hijo.

Como pude constatarlo en una conversación con ella, no tení­a prácticamente ningún conocimiento acerca de la RAF (Rote Armee Fraktion – Fracción Ejército Rojo3)  y se mantuvo alejada de las presentaciones públicas y actividades polí­ticas que pudieran afectar la polí­tica alemana. Para los miristas exiliados en Alemania eran tabú los contactos con la RAF. Gladys Dí­az permaneció poco tiempo en la RFA, viajó a Nicaragua y volvió a Chile tan pronto como le fue posible hacerlo. En la actualidad está finalizando estudios de sicologí­a y sigue empeñada en la posibilidad de construir una sociedad mejor y más justa, sí­n militancia politica.

http://eramosliceanas.blogspot.com.es
http://www.menschenrechte.org/lang/de/lateinamerika/gladys-diaz
http://www.elciudadano.cl/2012/09/10/57022/en-memoria-de-jose-carrasco-tapia-a-26-anos-de-su-asesinato/

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HH

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