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domingo, 21 de agosto de 2022

Leona Vicario considerada la primera periodista en México



Oleo sobre tela de Leona Vicario, Heroina de la Independencia de Mexico y Madre de la Patria Mexicana

María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador, más conocida como Leona Vicario (Ciudad de México, 10 de abril de 1789–Ciudad de México, 21 de agosto de 1842),​ fue una de las figuras más destacadas de la Guerra de Independencia de México donde se dedicó a informar a los insurgentes de todos los movimientos que podían interesarles y que ocurrían en la capital del virreinato.​ Miembro de Los Guadalupes, financió con su propia fortuna la insurgencia.​ Fue una de las primeras mujeres periodistas de México. Se enfrentó a numerosos riesgos por impulsar el feminismo, la cultura y la ideología libertaria.​ Y contrajo matrimonio con Andrés Quintana Roo. Le fue concedido el título honorífico de Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria​ por el Congreso de la Unión; su nombre está inscrito con letras de oro en el Muro de Honor del Palacio Legislativo de San Lázaro, sede de la Cámara de Diputados de México.


Leona Vicario fue hija única, su padre fue Gaspar Martín Vicario, comerciante español proveniente de Castilla la Vieja, España y su madre fue Camila Fernández de San Salvador, originaria de Toluca. Tuvo las comodidades de una familia criolla.​ Recibió una amplia educación, cosa poco común en la época. Estudió bellas artes y ciencias. Tomó cursos de pintura y dibujo con el pintor Tirado.​ Entre sus lecturas destacan: Idea del universo, del jesuita Lorenzo Hervás y Panduro; Historia natural general y particular, de George Lous Leclere Buffon, conde de Buffon; Las aventuras de Telémaco, por Fenelón.

Al morir sus padres en 1807, permaneció bajo la custodia de su tío, el doctor en leyes y abogado Agustín Pomposo Fernández de San Salvador, que además actuaba como albacea. Su tío le permitió vivir sola para que estuviera cómoda, compró una propiedad contigua para estar al pendiente de ella, algo escandaloso para las costumbres de la época.​ Su tío la comprometió a matrimonio con el coronel y abogado Octaviano Obregón, pero éste viajó a España como diputado a las Cortes de Cádiz.

En 1811 conoció a Andrés Quintana Roo, un estudiante de leyes procedente de Yucatán que trabajaba en el despacho de Fernández de San Salvador. Ambos quedaron enamorados, y Andrés solicitó la mano de Leona, obteniendo la negativa de su tío, argumentando que el joven era pobre. Ante la forzosa separación, Leona buscó la manera de ayudar por cuenta propia la causa insurgente.


Desde 1810, Leona Vicario formó parte de una sociedad secreta llamada Los Guadalupes, cuyos integrantes conformaron una especie de red, a través de correos con Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y Pavón, debido a que pertenecían a la sociedad virreinal, y eso les permitía tener acceso a información que otros insurgentes no tenían. Recogía la información sobre las estrategias de los españoles para combatir a los insurgentes. Además, dio cobijo a fugitivos, envió dinero y medicinas y colaboró con los rebeldes, transmitiéndoles recursos, noticias e información de cuantas novedades ocurrían en la corte virreinal.

Ferviente proselitista de la causa insurgente, a finales de 1812 convenció a unos armeros vizcaínos para que se unieran al bando insurgente; trasladándose a Tlalpujahua, localidad en la que estaba instalado el campamento de Ignacio López Rayón, donde se dedicaron a fabricar cañones financiados con la venta de sus joyas y bienes.

En marzo de 1813, uno de sus correos que era llevado por un arriero, fue interceptado; Leona, al enterarse, huyó con rumbo a San Ignacio, Michoacán, y de ahí a Huixquilucan, Estado de México. De regreso a la capital, su tío logró que la recluyeran en el Colegio de Belén de las Mochas, en vez de ser enviada a la cárcel. Estuvo presa durante 42 días.​ No pudo evitar que las autoridades la procesaran conforme a la justicia. La Real Junta de Seguridad y Buen Orden le instruyó un proceso en el que fueron apareciendo los documentos que la inculparon, entre otros los relativos a sus intentos de huida para pasarse al campo de los rebeldes; fue sometida a interrogatorio y se presentaron las pruebas que la inculpaban.​ Nunca delató a sus compañeros; fue declarada culpable y se le condenó a formal prisión y a la incautación de todos sus bienes.

En mayo de 1813, tres insurgentes disfrazados de oficiales virreinales la ayudaron a escapar, escondido entre huacales llevaba material de imprenta para los periódicos insurgentes.​ Partió rumbo a Tlalpujahua, Michoacán, donde contrajo matrimonio con Andrés Quintana Roo.​ A partir de entonces se mantuvo junto a su esposo al servicio de la insurgencia y del Congreso de Chilpancingo. Morelos enviaba cartas a Leona desde Chilpancingo; preocupado por su situación, decidió recompensarla con una asignación económica, más tarde ratificada y aprobada por el propio Congreso, el 22 de diciembre de 1813.

A lo largo de 1814 y gran parte de 1815, Leona siguió colaborando y trabajó en los periódicos: El Ilustrador Americano y el Semanario Patriótico Americano. Finalmente, capturado y muerto José María Morelos y disuelto el Congreso por las propias fracciones insurgentes enfrentadas, Leona y su marido se escondieron en la zona de Michoacán, rechazando los repetidos indultos que les llegaban desde la capital.

En 1817, Leona tuvo su primera hija: Genoveva. Debido a que el matrimonio se la pasaba huyendo de un sitio a otro, Leona dio a luz a su hija en una cueva​ localizada en Achipixtla, un lugar situado en la Tierra Caliente. Ignacio López Rayón actuó como padrino de la niña.​ El 14 de marzo de 1818, escondidos en la serranía de Tlatlaya, actualmente Estado de México, fueron capturados; pensando en las consecuencias que significaría para su hija, aceptaron, para madre e hija, el indulto que antes habían rechazado.18​

Durante su estancia en Toluca, Leona tuvo a su segunda hija, María Dolores Quintana Vicario, y presenció las celebraciones hechas con motivo de la jura de la Constitución de Cádiz por Fernando VII, ocasión que la llevó a escribir el siguiente poema:

La libertad y la tiranía

Llega, y la diosa a tan feroz aspecto
Un vivo grito en su sorpresa lanza,
Sin que para increpar a su enemigo
Le faltasen enérgicas palabras.
¿Cómo –le dice- a profanar se atreven,
Sangrienta Tiranía, tus pisadas
La mansión venturosa que Pelayo
A mis cultos devoto consagrara?
¿Más víctimas buscando acaso vienes
En estas soledades apartadas,
Porque en los pueblos donde impío domina
Tu insaciable furor ya no las halla?
¿Qué designio fatal, como son todos
Los que en tu negro espíritu se fraguan,
Te ha traído a perturbar la paz serena
De aquesta fragosísima morada?
Allá donde tus leyes sanguinosas
Son vilmente de esclavos acatadas,
Dirigir puedes el violento paso
Que ya mucho a mis ansias lo retardas
¡Cuán vanamente – el monstruo le replica-
Aquí de mi furor salvarte aguardas!
¿Qué sirve mi poder si tú rendida
La cerviz no doblegas a mis plantas?
Mientras respires el vital aliento
En falaz apariencia abandonada.
Mientras de tus doctrinas lisonjeras
Hasta el último alumno no se acaba.
Vacila el trono en que terrible impero,
El público deseo se propaga
Con que España inconstante en sus ideas
Por mi exterminio fervorosa clama.
Si logro, pues, que con tu muerte queden
Sus dulces ilusiones disipadas,
No temeré la ruina que inminente
A mi poder envejecido amaga.
¿Cómo, cruel enemiga de los hombres,
-Tímida la deidad así le hablaba-
Cómo… Iba a seguir cuando sus quejas
Interrumpió la novelera fama.
Vino del aura leve conducida
Desde la isla de Bética ensalzada,
Más por ser de las cortes cuna ilustre
Que por todas sus célebres batallas.
Al ver la Libertad, llegar la nuncia
De heroicos hechos, de ínclitas hazañas,
A escuchar las mayores, más gloriosas
Su enajenado espíritu prepara.
Suspende ya- le dije –de tu llanto
El abundante riego, diosa amada,
La España te dispone en su alegría
Regias coronas, vencedoras palmas.
Atónita la reina bienhechora
Escuchó la dulcísima embajada,
Su píleo y su vindicta al punto toma
Y de Mantua a su alcázar se adelanta.
Desaparece la oscura Tiranía,
Incierta y triste por los aires vaga,
Hasta que a las regiones del oriente,
Su antiguo asilo, el torpe paso avanza.
El ancho océano su ámbito espacioso,
En justo obsequio de la nueva grata
Reduce a breve trecho, y facilita
Estorbos que pudiera hallar la fama.
Viene pues, por el México anunciando
Que ya la Libertad reina en España,
Cuyo duro dominio o Tiranía
Cambiará presto en amistosa alianza.


Consumada la independencia y en compensación por la confiscación de sus bienes, el Congreso de la República concedió a Leona Vicario, en la sesión celebrada el 8 de agosto de 1823, una liquidación en metálico, una hacienda llamada Ocotepec, en los Llanos de Apan y tres casas en la Ciudad de México. En 1827 el Congreso del Estado de Coahuila y Texas acordó que la villa de Saltillo se denominase en adelante Leona Vicario, conocida en esas épocas como la mujer fuerte de la independencia.

Tuvo una tercera hija a la que llamaron Dolores, en honor a la villa en la que Miguel Hidalgo inició la lucha por la independencia en 1810.

Leona Vicario continuó con actividades políticas, periodísticas y poéticas junto a su esposo, a quien defendió cuando el presidente Anastasio Bustamante decidió su persecución y condena como represalia por las campañas de prensa que se difundían desde El Federalista, editado gracias a los recursos de Leona y en el cual siguió escribiendo hasta su muerte, el 21 de agosto de 1842 en su casa en la Ciudad de México.

En su etapa de colaboradora de El Federalista, Vicario se enfrentó a Lucas Alamán, quien decía que las mujeres habían ido a la guerra de Independencia por amor a sus hombres. Escribió en su columna:

Confiese Sr. Alamán que no sólo el amor es el móvil de las acciones de las mujeres; que ellas son capaces de todos los entusiasmos y que los sentimientos de la gloria y la libertad no les son unos sentimientos extraños; antes bien vale obrar en ellos con más vigor, como que siempre los sacrificios de las mujeres, sea el cual fuere el objeto o causa por quien las hacen, son desinteresados, y parece que no buscan más recompensa de ellos, que la de que sean aceptadas.

Por lo que a mí toca, sé decir que mis acciones y opiniones han sido siempre muy libres, nadie ha influido absolutamente en ellas, y en este punto he obrado con total independencia y sin atender que las opiniones que han tenido las personas que he estimado. Me persuado de que así serán todas las mujeres, exceptuando a las muy estúpidas, y a las que por efecto de su educación hayan contraído un hábito servil. De ambas clases hay también muchísimos hombres.


Fue declarada Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria el 25 de agosto de 1842, a los cuatro días de su fallecimiento. Hasta la fecha, ha sido la única mujer en México a la que se le han ofrecido funerales de Estado.​ Sus restos descansaron, primero en el Panteón de Santa Paula, después, el 28 de mayo de 1900 fueron trasladados junto con los de su esposo Andrés Quintana Roo, a la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón Civil de Dolores, hasta su traslado a la Columna de la Independencia en 1925. El 30 de mayo de 2010, fueron trasladados al Museo Nacional de Historia (Castillo de Chapultepec) para su conservación, análisis y autentificación. Posteriormente, el 15 de agosto del mismo año, fueron llevados a Palacio Nacional para ser colocados en la Galería Nacional en el marco de la exposición México 200 años, la Construcción de la Patria. Su nombre está grabado con letras de oro en el Congreso del estado de Quintana Roo, en la ciudad de Chetumal.


Leona Vicario es una heroína nacional, Benemérita de la Patria, Madre de la Patria y fundadora de México. Es considerada la primera periodista en México.​ Existen muchas estatuas de ella a través de todo México y además, muchas escuelas, hospitales, bibliotecas, ciudades, pueblos, calles y lugares están nombrados en su honor como el poblado Leona Vicario, en el Estado de Quintana Roo.


https://es.wikipedia.org/wiki/Leona_Vicario

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HH

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