Acerca de nosotras ·

viernes, 28 de septiembre de 2012

TERESA



Sábado a la tarde, son casi las cuatro, pero la fiambrería todavía no ha abierto. algun@s client@s nos decidimos a esperar. En una de las puertas quedamos una mujer de unos 60 con dos niñitas de entre 6 y 8 años, obviamente sus nietas. Comentario va, comentario viene, me contó su historia. Escucho, much@s me cuentan sus historias. Quizá se alivien por compartir, yo me enriquezco por conocer.

Teresa está criando a l@s seis (¡si, son seis!) hij@s de su hija mayor. La hija moría de cáncer en el Hospital Durand, de Buenos Aires, y Teresa se repartía entre estar a su lado y correr a la nursery, donde estaba la última de sus nietitas, parida hacía menos de dos meses.

Todos los trámites por el fallecimiento de la hija cayeron sobre Teresa, viuda y sin familiares; pero no solo tuvo que tragarse el dolor y lidiar con la burocracia, también tuvo que soportar el maltrato de asistentes sociales que la urgían a “resolver la situación” de la beba… Teresa se multiplicó como pudo y obtuvo la custodia de la nietería, pero el padre –un delincuente con captura pedida- comenzó a amenazarla: que se quedara con cinco, pero la beba se la llevaría. Teresa, muerta de miedo, tuvo que organizar un “operativo” para llevar a la chiquita a su casa, pasarla a través de la medianera de un vecino, llamar a la policía para que arrestara al padre y por fin, después de tres días de trajinar, dormir.

No durmió sola. No pudo llorar a su hija. L@s cinco se arracimaron a su alrededor buscando el calor que ya no tendrían de madre sino de abuela. La más chiquitina estaba en sus brazos. Teresa se tragó las lágrimas y abrazó a la familia que acababa de formar.

Pasaron seis años. El pibaje estudia y tiene todo el amor resumido en una abuela, que cuida su alimentación, que los ama, que los educa en valores como la solidaridad… Una abuela que estaba esperando en la fiambrería para comprar queso, porque esa noche habría pizza “que a los chicos les encanta; de paso hago pan, porque no hay nada como el pan casero”.

Me lo contó como quien cuenta algo “normal”, sin melodramatismos. La escuché con todo mi respeto y admiración. La vi irse con las dos nenas, las tres prolijas, las tres felices (¿por estar juntas?, ¿por la pizza y el pan?) y pensé que había conocido a una verdadera heroína. Una de esas que no hacen ruido, que no se promocionan en la tele, a la que nunca nadie le daría una “medalla al mérito”, pero que se la merecía bastante más que otras…

Barbara Gill 

Gracias a Teresa y a Barbara, por ser ( seres humanos excepcionales) 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

HH

Más