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jueves, 5 de mayo de 2022

Sarah Kirsch poeta contemporánea alemana



Sarah Kirsch ( 16 de abril de 1935 en Limlingerode (Turingia, Alemania)- 5 de mayo del 2013 en Heide (norte de Alemania)) es considerada la más importante poeta contemporánea en lengua alemana.

Kirsch, ganadora del premio Georg Büchner en 1996, el mayor galardón del ámbito germano que concede la Academia de Lengua y Letras de Alemania, falleció el pasado 5 de mayo tras una larga enfermedad.

Marcada por el exilio de la antigua RDA, era una de las escritoras más reconocidas de Alemania


Ingrid Hella Irmelinde Bernstein tomó el nombre de Sarah en protesta contra el Holocausto. Se licenció en Biología, fue esposa del poeta Rainer Kirsch de 1960 a 1968 y ya divorciada vivió en Berlín oriental, donde tuvo un hijo, Moritz, con el dramaturgo Karl Mickel. Trabajó como periodista y traductora y al firmar la protesta contra la expatriación de Wolf Biermann fue expulsada de la Asociación de Escritores de la República Democrática Alemana (RDA). En 1977 se trasladó con su hijo a Berlín occidental. Fue miembro del PEN y de la Academia Libre de las Artes en Hamburgo, firmó con Grass y otros escritores cartas de protesta contra la política americana y rechazó por motivos políticos un nombramiento de la Academia de las Artes de Berlín. Fue profesora invitada en las Universidades de Kassel y Fráncfort. Desde 1983 vivía en Tielenhemme (Schlewisch-Holstein), donde se la nombró profesora honoraria.

A lo largo de medio siglo, escribió más de 15 libros de poesía y otros tantos de prosa, por los que recibió los más destacados premios de Alemania y Austria, incluido el Büchner de la Academia Alemana de la Lengua y Literatura. Ha sido la más popular y querida de las poetas de lengua alemana. Todos sus libros han tenido múltiples ediciones y han sido traducidos a numerosas lenguas, entre ellas, a la nuestra.

Desde su primer poemario, Estancia en el campo (1969), la poesía de Kirsch da vida a la visión de una naturaleza comprometida, un contramundo frente a la gran ciudad y a la política. Sin embargo, al lado de la contemplación, hay una voz crítica que indaga sobre su tiempo, sobre las dos Alemanias y su tortuosa historia.

Su gran originalidad se pone de manifiesto sobre todo en los poemas de amor: “Soy muy tierna lláma- / me camomila / mis dedos son tiernos construyen / iglesias en tu mano mis uñas / escamas de alas de ángel acarician soy / el verano el otoño incluso el invierno en primavera / desearía estar contigo tú / me muestras el país vamos / de lago en lago para eso se necesita / una larga vida feliz / los peces son dos / los pájaros hacen nidos nosotros / estamos en la misma hoja”.

Kirsch quiere limitarse a dar al lector pequeños impulsos para que pueda moverse en los versos: “Y no quiero más sino que alguien diga: así me ha ido a mí alguna vez, eso he pensado yo también, una pequeña solidaridad entre lector y autor”.

En una larga tradición que va de Goethe a Gottfried Benn, Sarah creyó en el sur, en los poemas inspirados en la Provenza, que conoció al recibir el Premio Petrarca y donde retrata la vida plena y real frente al norte alienado y abstracto: “Lavarse el pelo en el campo: Con roja toalla fuera al sol. Calientes sombras de nubes en las piedras hojas de acacias. Miro a través del peine en la luz — Todo familiar”.

Su libro Echar la cometa (1979) refleja dos acontecimientos biográficos importantes, la ruptura del amor y el abandono de la RDA. El poema El resto del hilo es el primero escrito ya en Berlín Oeste: “Echar la cometa. Juego / para grandes llanuras sin árboles ni agua. En el cielo abierto sube / la estrella de papel, imparable / arrancada hacia la luz, más alta, de todos los ojos / y más allá, más allá / A nosotros pertenece el resto del hilo y que te conocimos”.

Pero la verdadera patria electiva de Sarah era la imaginación, un espíritu obstinado que de entrada solo se afirma en la negación. A partir de Tierra (1982), obra en la que refleja un viaje a América, comienzan una serie de poemas donde la queja sobre la violación de la naturaleza imita a veces el tono trágico de Hölderlin. La amenaza del mundo cotidiano, incluso por la guerra, es clara, pero no cunde en ella la desesperación, sino el ánimo. En el precioso libro Vida de gato (1984) hay más de 50 clases de pájaros y otras tantas de plantas. A pesar de las alusiones a lo real todo está siempre unido a lo imaginario en una curiosa mezcla artística. Lo inquietante se muestra en la naturaleza, que a su vez es también algo protector, un ámbito en el que hasta la nieve es cálida y cariñosa. De esa naturaleza toma su seguridad el yo poético.

La hija del rey de los elfos (1992) es quizá el libro más impresionante de la obra de Sarah Kirsch, en el que la naturaleza aparece amenazada y amenazante: “He sembrado ira en finos granos / contra la influencia del planeta de la roña… nadie sabe en qué estación estamos. Y la muerte se iguala a un amor que no puede volver: solo sé que espero algo / o bien a ti o a la muerte”.

En Amor de cisnes (2001), pone en juego el valor existencial de un yo que encuentra en la palabra la mejor posibilidad de enfrentar vida y muerte. La poeta canta aún el único universo salvable de la permanente destrucción: la naturaleza del amor y el amor de la naturaleza.


Tomado del articulo de "JOSÉ LUIS REINA PALAZÓN" 28 MAY 2013
José Luis Reina Palazón es poeta. Obtuvo el Premio Nacional a la Obra de un Traductor en 2007 y ha traducido la Poesía reunida (EDA Libros, 2006) de Sarah Kirsch.





El silencio se apodera de Sarah Kirsch


El silencio como aliado. Así lo ha vivido hasta su muerte Sarah Kirsch (Turingia, 16 de abril de 1935 – Heide, 5 de mayo de 2013), en opinión de no pocos, la más importante poeta contemporánea en lengua alemana.

Hablaba a través de su literatura y de coherentes acciones y tomas de postura que le costaron un puñado importante de problemas, pero no era portada en los medios de comunicación, ni habitual en actos públicos, ni protagonista de entrevista alguna.

Genio y figura hasta el último hálito pues su silencio definitivo ha trascendido, a través de fuentes de la editorial Deutsche Verlags-Anstalt, tres semanas largas después de que se hubiera producido, allá en su casa del norte de Alemania, el pasado 5 de mayo.

Sarah frente a los nazis
Nacida como Ingrid Hella Irmelinde Bernstein y formada en biología y literatura, tomó el nombre de Sarah a partir de los años 60 como muestra de solidaridad con los judíos y en protesta por los crímenes nazis.

Su existencia estuvo marcada por períodos de comprensión e incomprensión. Creció en la Alemania Oriental que abandonaría en dirección al oeste tras sus críticas al extinto régimen de la RDA. A partir de entonces se refugió en el litoral norte alemán, instalándose en la única ciudad germana bañada por dos mares, el Báltico y el del Norte, donde ha vivido retirada de la vida pública y volcada en su labor poética. Allí, en Heide y tras una larga y dura enfermedad, ha muerto.

Autora de libros en prosa y cuentos infantiles que ella misma ilustraba, pero sobre todo de una extraordinaria obra poética, Kirsch ha sido reconocida con importantes premios, como el Georg Büchner en 1996, el mayor galardón del ámbito germano que concede la Academia de Lengua y Letras de Alemania. También recibió premios del prestigio del Johann-Heinrich Voss.

15 libros de culto
Miembro del PEN y de la Academia Libre de las Artes en Hamburgo, firmó con Günter Grass y otros autores escritos en contra de la política estadounidense y, por motivos políticos, rechazó su nombramiento en la Academia de las Artes de Berlín, siendo profesora invitada en distintas épocas en las Universidades de Kassel y Francfort.

Su obra poética, 15 libros de culto, se caracterizó por su muy especial atención a la naturaleza, aunque poco tenía que ver con poemas paisajísticos más o menos inocuos, sino que utilizaba el elemento natural para plasmar sutiles metáforas políticas.

Su personal visión de la literatura la hizo alinearse siempre con el lector: “No quiero otra cosa, dejó escrito, que alguien diga: así me ha ido a mí alguna vez, eso he pensado yo también. Como una pequeña solidaridad entre lector y autor”.

Ha muerto. Queda su palabra universal que trasciende tiempo y espacio: “Y la muerte se iguala a un amor que no puede volver: solo sé que espero algo, o bien a ti o a la muerte”.

HH

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