Eulalia Lapresta ( Rueda, Valladolid, 10 de diciembre de 1887, - Cuenca, en 1991) fue una funcionaria española, residente desde 1917 en la Residencia de Señoritas de Madrid, donde fue designada por María de Maeztu como Secretaria hasta 1936. Desaparecida la Residencia de Señoritas como tal entidad, siguió como Secretaria del Colegio Mayor Santa Teresa de Jesús, institución católica que vino a ocupar el edificio. Se le atribuye el mérito de conservar el archivo de ambas instituciones, denominado hoy como Legado Eulalia Lapresta.
“El rumor, no confirmado, es que Eulalia Lapresta, que vino de Burgos en 1939 a proteger las posesiones que quedaban de la Residencia, salvó el archivo, escondiéndolo en un baúl”. Carmen de Zulueta, ([Moreno-Zulueta], pág. 10)
La vida de doña Eulalia está de tal forma unida a la figura de María de Maetzu, que ha sido eclipsada por ésta y apenas se conservan datos suyos. Nació en Rueda, Valladolid, en 1887 y terminó la Escuela Primaria en 1898. En 1917 marchó a Madrid, a la Residencia de Señoritas, para preparar unas oposiciones.
Apenas incorporada a la vida de residente, empezó a colaborar estrechamente con María de Maeztu en la intendencia y la organización de la Residencia, en la que vivió ininterrumpidamente hasta 1936. Fue la mano derecha de María de Maeztu en las relaciones con el Instituto Internacional, con la Junta para Ampliación de Estudios y con el Ministerio de Instrucción Pública. En los difíciles años de la Dictadura de 1923, su papel junto a la Maeztu fue crucial, y en 1931 fue testigo de excepción de la República, pues la Residencia estuvo relacionada con importantes hombres y mujeres que apoyaron su triunfo. El levantamiento militar del 18 de julio de 1936 la sorprendió de vacaciones en Burgos, y allí se incorporó al nuevo Nuevo Régimen. Era hija y hermana de militares, y el espíritu castrense que vivió en su casa desde niña y la influencia de su hermano, con el que se identificó siempre, marcaron su carácter y su pensamiento —mezcla de disciplina, liberalismo, tradición, catolicismo y patriotismo—, que la llevaron a aceptar la ideología de los vencedores, aunque nunca renunció a su espíritu crítico. Su estrecha relación con la Residencia, por un lado, y el ambiente familiar, por otro, la situaron en un lugar privilegiado para ayudar a muchas residentes después de la guerra. Al abrirse el Colegio Mayor “Santa Teresa de Jesús” bajo el patrocinio de la Sección Femenina de Falange Española y de las JONS, siguió como secretaria del nuevo centro, con nueva directora y nuevo régimen político.
La amistad entre Maeztu y Lapresta se mantuvo inquebrantable desde que se conocieron hasta el final de la vida de María, como refleja la carta siguiente.
“Mi querida Eulalia:… me dicen que las cartas, si van en (ininteligible) francesas se tiran al agua… La travesía ha sido muy buena y en estos días de soledad la he recordado muchísimo y anhelado más que nunca el que pronto volvamos a trabajar juntas. Si no es en la Residencia será en otra parte pero Dios hará que muy pronto volvamos a reunirnos en España y trabajemos allí en nuevas empresas. Mi afecto hacia V. acrece con la distancia y mi gratitud a su lealtad no se paga con nada porque es de esas deudas que toda una vida no basta a cancelar… ¿Y qué es de África? También la recuerdo con muchísimo cariño”.
Fue rigurosa en sus opiniones, y este rigor explica, quizás, la actitud fría que mantuvo en la entrevista-reportaje que el diario Informaciones le hizo en 1965. Celebraba el Colegio Mayor “Santa Teresa” el cincuentenario de la fundación de la Residencia de Señoritas y, aprovechando tan señalada fecha, se había organizado una serie de actos en homenaje a María de Maeztu. La periodista María de la Luz Nachón Riaño, le preguntó por las primeras residentes, por los estudios que realizaban y por las directoras, desde María de Maeztu a Matilde Marquina (1940-1952) y Vicki Eiroa (la directora en el momento de la entrevista, 1965). Doña Eulalia, historia viviente de la Residencia, no hizo distingo alguno entre la época anterior a 1936, liberal-institucionista, y la época franquista. Su entrega a la educación femenina fue tal que dio por válida cualquier institución que elevase el nivel cultural de las mujeres españolas. Por eso, aunque su corazón estuviera en aquella “su” primera Residencia de Señoritas, siguió trabajando con el mismo entusiasmo y rigor.
Los hijos y nietos de su hermano Carlos fueron la única familia de Eulalia. Al jubilarse se trasladó a Cuenca, donde residió con Carmina, una de sus sobrinas-nietas, hasta su muerte en 1991. Allí permaneció con su único tesoro: la magnífica biblioteca compuesta de primeras ediciones y de libros dedicados por las personalidades que habían pasado o vivido en las Residencias de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas.
En Cuenca redactó también su testamento —el 2 de abril de 1988, dejando escrito de su puño y letra lo siguiente: ” Mi modesta Biblioteca deseo que sea utilizada por el mayor número de personas”.
Agradecemos el texto de Teresa Marín Eced
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