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martes, 25 de junio de 2019

Fidelita Díez, también “Fueron cinco… fueron cinco”.



Fidela Díez Cuevas  (Torrelavega, 1920 - 25 de junio de 1938) conocida como  Fidelita Diez fue  víctima de una manada  en la guerra civil en Cantabria


“Fueron cinco… fueron cinco”. Solamente estas palabras, repetidas entrecortada y compulsivamente pero en voz baja, pudieron extraer de la joven Fidelita sus compañeras de cautiverio. Por la noche había entrado en aquella cárcel una manada compuesta por cinco falangistas y, con la complicidad de las carceleras, se habían llevado a la muchacha: cuando la devolvieron, estaba destrozada y apenas podía musitar una frase de denuncia.

Era  una de las consecuencias de poder campar a sus anchas, siguiendo las directrices pregonadas desde los micrófonos de Radio Sevilla por el general Queipo de Llano cuando anunciaba: “Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad. Y, a la vez, a sus mujeres. Esto es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen”

El 25 de junio de 1938 falleció y el certificado defunción decía que a consecuencia de una tuberculosis, siendo enterrada al día siguiente  en la soledad de un acto casi clandestino efectuado bajo los ecos de los festejos de San Juan celebrados en algunos pueblos de las riberas del Besaya y el Pas.

Fidela Díez Cuevas, cumpliría 18 años durante los meses de permanencia forzada en una de las cárceles habilitadas en la ciudad de Torrelavega para albergar provisionalmente a los millares de personas detenidas después de la entrada en la provincia de las tropas sublevadas, a fines de agosto de 1937. Para las mujeres se había requisado el Salón Olimpia, un cine que se hallaba repleto de mujeres jóvenes y mayores procedentes de las inmediaciones, cuyo único delito, en principio, consistía en haber hecho suya la voz que la República les había concedido para poder participar en la vida social, cultural y política. Fidelita, con sus pocos años, era una de ellas.


Según la descripción hecha muy posteriormente por una de sus compañeras de cautiverio, una joven modista llamada Antolina Matarranz, era “muy guapa, de unos diez y siete años (…), una muchacha encantadora, pero cuyo delito fue ser hija de padres de izquierdas y recitar poesías en el teatro (…)”. Efectivamente, Fidelita era lo que pudiéramos considerar una niña-prodigio en el campo de la poesía. Hija del “mejor ebanista de Torrelavega” y premiado carrocista, cuyas horas de ocio estaban siempre entregadas a la actividad cultural. Su hija,  heredaría estas aficiones desde muy pequeña y también siendo aún una niña comenzó a dar ejemplos públicos de sus aptitudes para el verso y la declamación.


A partir de 1933 mostró sus aptitudes en diversas entidades culturales, protagonizando recitales en la Biblioteca Popular de Torrelavega, Comillas, Cultural Vimenor de Renedo de Piélagos, Ateneo Popular y Ateneo de Santander, Teatro Principal y Cinema Solvay, además de ante los micrófonos de Radio Santander, siempre con gran éxito ya que, como ha recordado el cronista de Torrelavega Aurelio García Cantalapiedra, “asombró a los asistentes por sus condiciones como rapsoda, tanto por la manera de decir como por la memoria de que hacía gala”. Su repertorio estaba compuesto, principalmente, por obras de Antonio Machado, Federico García Lorca y Jesús Cancio, y los medios de comunicación de Cantabria y La Habana se hicieron eco de su trabajo en más de 30 recitales.


Antolina, contó como  una tarde visitaron la cárcel los componentes de un grupo de falangistas y acordaron, junto con las guardianas, sacar a Fidelita aquella noche. Las compañeras quedaron horrorizadas cuando, a las pocas horas, vieron llegar a Fidelita hecha una piltrafa humana. Cayó de bruces y las compañeras no fueron capaces de que ella contara qué habían hecho con ella. Sólo podía repetir: “fueron cinco, fueron cinco”. Al poco tiempo murió  y se llevó a la tumba todas las aberraciones que le hicieron.  


Quienes decidieron poner punto final a la existencia de una joven que aún no había cumplido los 18 años eran correligionarios de los que  encerraron a Jesús Cancio quien  escribiría a modo de elogio fúnebre su "Romance del entierro de la gentil recitadora de mis versos", un poema que  logró ver la luz  hace unos pocos años.


Su familia estaba completamente destruida, cumplida la condena impuesta a su padre se vio obligada a un destierro voluntario en Vigo para así sustraerse de la persecución política que sobre la familia se ejercía.

Desde entonces, sobre la figura de Fidelita se corrió un velo de silencio, de tal manera que incluso en el monolito levantado en el cementerio en memoria de los republicanos fusilados en Torrelavega no figura su nombre. Pero podemos sospechar que en algunos ambientes de la ciudad aún se recuerda tanto su final como la personalidad de unos verdugos que se vanagloriarían de la hazaña perpetrada.

Tomado del articulo de  JOSÉ RAMÓN SAIZ VIADERO  escritor, historiador, conferenciante y periodista. 

https://www.facebook.com/gmatanzasLVPD/posts/1592282750833963
http://www.eldiariocantabria.es/articulo/cantabria/ochenta-anos-violacion-muerte-fidelita-diez-manos-manada-falangistas/20180625165344046658.html

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