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domingo, 10 de enero de 2021

María Cornelia Olivares castigada de forma ejemplar


 María Cornelia Olivares como una mujer vehemente, fogosa y de una audacia temeraria, que hablaba con una facilidad extraordinaria, elocuente; su fisonomía expresiva contribuía a dar a su palabra un colorido verdaderamente seductor. Al parecer, María Cornelia provenía de una familia aristócrata de la ciudad de Chillán (Chile), puesto que disfrutaba de vínculos consanguíneos con importantes realistas de la localidad, sin embargo, no comulgaba con las ideas monárquicas de la Corona española; es más, no sentía ningún tipo de simpatía por quienes calificaba como extraños opresores de la patria.

Los anhelos ilustrados de Libertad, Igualdad y Fraternidad que poseía María Cornelia Olivares la conminaron a referirse a la urgencia de luchar por la liberación de la patria. Sus primeras intervenciones en este sentido las realizó en salones y reuniones sociales y su fama de excelente oradora llegó a tal punto que, según Grez, en los salones se la buscaba para oírla. Al poco tiempo sus anhelos de independencia la llevaron a manifestarse en todas partes, fundamentalmente en calles y plazas públicas. 

Con el paso del tiempo, el accionar político de María Cornelia se iba tornando cada vez más radical y desafiante. En sus discursos intentaba promover, tanto en hombres como en mujeres, el sentimiento de entrega que ella declaraba sentir por la emancipación de su patria: “…exhortaba a todos a la lucha, sin temer las consecuencias que tal conducta podía arrastrarla. Hombres y mujeres, decía, deben tomar las armas contra los tiranos. La libertad a todos beneficia, todos deben amarla y defenderla”. 
Cuando los españoles sintieron que se estaba convirtiendo en una amenaza, y cuando el hecho de prohibirle la salida de su casa o intimidarla diciéndole que la iban a encerrar en prisión no provocaron ningún temor en ella, sino que, por el contrario, su protesta causaba cada vez más alboroto y ya no titubeaba en pararse delante de las personas y convocarlas a unirse a la revolución, decidieron propinarle un castigo que atentó deliberadamente contra su condición de mujer, y que atendía a la fiel creencia machista de que “el ridículo en política, como en literatura, era un arma mortal, cuando se esgrimía contra la mujer”47. Convencidos de que conseguirían deslegitimar a la persona de María Cornelia Olivares, decidieron castigarla como se haría siglos más tarde en Francia, luego de la liberación, con aquellas mujeres a las que calificaban de traidoras.
María Cornelia Olivares, insigne ciudadana de Chillán, liberal, ilustrada y provocadora, es recluida por soldados españoles quienes según Grez, acostumbraban perseguir a las mujeres y ridiculizar a todas quienes por su heroísmo podrían ser preocupación e interés de la muchedumbre. De acuerdo con esto, el castigo que recibió por incitar a la revolución, además de ser calificada como loca por las huestes hispanas, violentó su integridad física y su ser mujer. En 1816, en la plaza de Chillán Viejo, le raparon cabello y cejas, para posteriormente exhibirla y humillarla por las calles de la ciudad, durante cuatro horas, a partir de las 10:00 de la mañana y hasta las 14:00 horas de la tarde. 
Con este castigo se le arrebata, a través de la degradación que significa raparla, el poder de su discurso, el eventual poder que despliega y que desafía directamente al poder dominante. Podemos decir que la condena a su cabellera es la condena a su sexualidad, su sensualidad y deseo, es una forma de apropiarse de su sexualidad a través del cabello, es estigmatizarla como traidora. Los españoles entendían muy bien el significado de su afrenta y, por consiguiente, entendían al cabello como vehículo de subyugación. La alteración del orden predominante debía ser extirpada, pues sólo de esta manera el ordenamiento social que sitúa a la mujer en un espacio estrictamente subordinado y reservado se salvaría. 

Según la profesora Pilar Errázuriz: “el pelo es poder, pero al mismo tiempo es un poder castrable

Al parecer el castigo y humillación de la que fue víctima María Cornelia la convirtió en un personaje digno de consagrar. De ahí los reconocimientos que Bernardo O’Higgins le otorgara. No obstante que dicha afrenta la haya glorificado, lo que queremos subrayar hoy, al mismo tiempo que su invisibilizado aporte a la constitución de Chile como república libre, tiene relación con la naturaleza de su castigo, puesto que si hubiese sido María Cornelia un hombre ¿hubiese sido castigada y humillada del mismo modo?

http://www.humanas.cl/wp-content/uploads/2014/publicaciones/10%20algunas%20otras%202010.pdf

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HH

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