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lunes, 1 de agosto de 2011

La imposible objetividad de los seres




Gemma Lienas, escritora



Me llega un correo electrónico anunciando La Independent, la primera agencia catalana de noticias con perspectiva de género. Pienso en la reacción que suscitará en ciertos ambientes. Estoy segura de que personas de peso intelectual –al menos aparente— dentro de nuestra sociedad la juzgarán una fuente de noticias ineludiblemente sesgadas ya que estarán impregnadas, está claro, por una mirada feminista. Eso lo dirán pensando que existe una mirada neutra, libre de bagaje ideológico.
¿De verdad creen que las noticias, la producción literaria, los juicios sobre las otras personas o lo que sea pueden ser realmente objetivos? Las evidencias indican lo contrario. Aquí tenemos algunos ejemplos.El primero es una noticia que justamente proviene de la web de La Independent y que ha sido escrita por Mònica Bernabé, periodista del estado español que vive y trabaja en Afganistán. Explica Bernabé que en el mes de enero Palwasha Hassan fue entrevistada en una sesión parlamentaria para poder ser ratificada como nueva ministra de Asuntos de la Mujer. Las asociaciones de mujeres habían acogido el nombramiento con euforia, que pronto se transformó en decepción al desplomarse el proyecto: Palwasha Hassan no consiguió “pasar el examen” del Parlamento. Los parlamentarios parecían más interesados en verificar sus conocimientos en teología islámica que en escuchar la defensa de los derechos de las mujeres que hacía la candidata.
Es obvio que esta noticia afecta no sólo a la vida de las afganas sino que, de rebote, alcanza a las mujeres de todo el planeta, ya que, al igual que cuando una mujer hace un paso adelante, lo hacemos todas, cuando una lo hace atrás, todas las otras también retrocedemos. Pese a todo,quien ha elegido las noticias que tenían que aparecer en los medios de comunicación a lo largo de estos meses nunca ha considerado que ésta pudiese tener niguna trascendencia. Suerte, entonces, que La Independent nos haya facilitado esta información, ya que en los otros medios la selección se hace con una mirada que, está claro, no incluye la perspectiva de género.
Otro ejemplo. A menudo, referidas a los confl ictos bélicos o la llegada de inmigrantes en pateras, encontramos noticias como ésta: “Según testimonios presenciales, los militares han entrado en la población X, donde han encontrado un grupo de cuarenta personas escondidas en una cueva, entre ellas mujeres y niños.”
De manera que las mujeres son consideradas un subgrupo dentro del de personas, mientras que los hombres constituyen el núcleo el grupo, ya que desde la óptica de quien ha escrito el texto son la referencia universal. Nuestra cultura, y la mayoría de culturas del planeta, suelen mirar y, por lo tanto, definir y categorizar, la realidad desde una óptica predeterminada y aprendida por todos y todas a lo largo de siglos: el androcentrismo, óptica que consiste en considerar lo masculino como universal. Aquello que no es iluminado por este foco se juzga secundario y no constituye un modelo. Un ejemplo de esto son los estudios de los síntomas del infarto, hechos durante muchos años sólo con pacientes varones. Fue un error de perspectiva considerar el sexo masculino como paradigma e inferir que la sintomatología debía de ser la misma para las mujeres; esta mirada errónea provocó muertes que se hubieran podido evitar.
El androcentrismo permite una visión estrecha de la realidad: sólo vemos lo que abarcamos desde este enfoque; lo que queda fuera es como si no existiera. La mirada androcéntrica permitió hace años que la comunidad internacional —a pesar de que tardó mucho en decidirse —se enfrentase con sanciones económicas al problema del Apartheid en Sudáfrica. En cambio, aún no hemos visto unas olimpiadas donde todas las delegaciones sean mixtas  (en Barcelona 92, por ejemplo, hubo treinta y cinco equipos exclusivamente masculinos; en Atenas 2004, ¡ya sólo eran seis!).
En cualquier caso, son tantos años de mirada androcéntrica que quien mira por este agujero cree firmemente que la suya es una mirada objetiva, mientras considera que una mirada con perspectiva de género es subjetiva. Insisto: lo que se toma como patrón universal se confunde con una mirada objetiva. Lo que se considera particular, como las mujeres, se confunde con una mirada subjetiva. Sólo así se entiende que Harold Bloom, el crítico norteamericano que ha “dictado” el canon literario occidental rechazase las novelas de Larsson (Los hombres que no amaban las mujeres, ... ), entre otras razones, porque eran, según él, textos feministas. Es conocido su rechazo hacia la literatura tildada por él como gay, feminista o afroamericana, categorías que sólo existen en una mente androcéntrica. Bloom, instalado en el centro del poder, dictamina qué es lo neutral (objetivo) y qué es lo ideológico(subjetivo). Así, los críticos pueden tildar de literatura de géneroo feminista alguna novela de Joyce Carol Oates (Puro fuego, por ejemplo, que es una magnífica historia contra los predadores sexuales), pero no se dan cuenta de que Historia de mis putas tristes (donde un viejo de 80 años quiere mantener relaciones sexuales con una niña virgen) es una novela machista; la consideran literatura y nada más.
Según la filosofía, la objetividad es la manera de juzgar las cosas en función de sus propiedades, o sea, tal como percibimos el objeto, independientemente de la propia manera de pensar o de sentir. El término subjetividad, en cambio, se utiliza para explicar la manera de juzgar en función del propio punto de vista y, por lo tanto, con influencia de las ideas.
El problema es que nuestra percepción siempre depende de un modelo previo almacenado en nuestro cerebro. Por ejemplo, puesto que tenemos una idea previa de cómo debe ser el vino tinto, antes de empezar a beber ya hemos hecho una predicción de cómo será el sabor. Y este conocimiento previo es el resultado de lo que hemos acumulado en el cerebro a lo largo de millones de años de evolución y, sobre todo, en el caso de la humanidad, a lo largo de cuatro mil años de cultura. Es importante recordar que los cerebros humanos son órganos muy plásticos, que incorporan modificaciones físicas a partir del aprendizaje y han cambiado más como resultado de la evolución cultural que de las mutaciones genéticas accidentales. Conclusión: lo que la cultura ha ido depositando en nuestro cerebro es fundamental para nuestras predicciones previas a la percepción.
A veces, nuestro modelo mental es tan potente que no nos permite percibir la realidad tal como es sino tal como hemos previsto que sea. Por ejemplo, la habitación de Amas, una habitación de proporciones distorsionadas, en el interior de la cual hay tres hombres del mismo tamaño. Nuestra experiencia con habitaciones cuadradas es muy habitual y, por lo tanto, sólo podemos percibirla con las dimensiones correctas, por lo cual nos parece ver que los hombres se hacen grandes o pequeños según el punto donde se encuentran.
Naturalmente, respecto a las personas también hacemos predicciones. O dicho de otra manera, también hacemos suposiciones antes de tener ninguna información. O sea, las pre-juzgamos. Y esto siempre implica unos modelos preestablecidos socialmente: los estereotipos.
De manera que la objetividad no es posible; siempre somos subjetivos. La cuestión es que las personas tienen que cambiar los modelos almacenados en el cerebro cada vez que comprueban que su predicción no se ajusta a la realidad. Y esto a menudo no se hace por culpa de la mirada con la que nos han enseñado a mirar.
Hacen falta acciones –¡muchas!- para actuar contra esta carga cultural que supone - para las mujeres, las personas homosexuales, las inmigradas o las gitanas, por ejemplo - ser juzgadas desde una mirada aparentemente neutra pero que tiene toda la subjetividad que le otorga el sistema patriarcal.
http://www.acsur.org/IMG/pdf/ACSUR-Se_buscan_complices_CAST-BAJA.pdf

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HH

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