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sábado, 15 de febrero de 2014

María Lorenzo Hernández una de las realizadoras de animación más reconocidas de España, cuyos trabajos han sido seleccionados, exhibidos y premiados en más de 40 países


María Lorenzo Hernández, torrevejense de origen, nació en Alicante el 29 de octubre de 1977. Actualmente es profesora de Animación en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Politécnica de Valencia, donde también obtuvo su doctorado. Después de experimentar con una técnica muy personal y artesanal, como es la pintura animada, en un cortometraje tan interesante como “La pantera de Rilke” (2000), en el que reflexiona sobre la libertad, se lanza a proyectos de mayor envergadura como “Retrato de D.”(2004) y “La flor carnívora” (2009), trabajos que han obtenido una gran difusión nacional e internacional, como también el proyecto colectivo “El gato baila con su sombra” (2012), del que fue coordinadora. María no descansa y, con una reciente maternidad, sigue con su actividad docente y de realización con grandes ideas para llevar a la práctica. En una conversación virtual nos ha contado cosas muy interesantes sobre cómo llegó a Bellas Artes y sobre su labor como animadora. 

P: ¿Qué te llevó a la Facultad de Bellas artes?
R: Los que estudiamos Bellas Artes lo hacemos más por vocación que por convencimiento. En mi caso, había dibujado desde siempre, lo que era una afición fomentada enormemente por mis padres y hermanos. A los 12 años empecé a asistir a clases en la Escuela Municipal de Dibujo y Pintura, con Manuel Balaguer como profesor: eso me permitió adelantar muchos pasos en mi formación, comenzando a pintar retratos al óleo a los 14 años. El retrato es mi género favorito, y el dibujo y la pintura, dos formas de expresión en las que me siento muy cómoda. También me encantaba hacer teatro. La animación fue un descubrimiento posterior: en 2003 pude ver un especial de Canal + sobre el festival de Annecy (Francia), un programa que incluía cortos tan buenos como “Madame Butterfly” (de la película “Ópera Imaginaria”) o “The Sandman”, de Paul Berry e Ian McKinnon. Más adelante vi “The Wrong Trousers”, de Nick Park: una película de plastilina que planteaba un acercamiento convincente a los genéros cinematográficos, y que tenía muchísimo humor. La animación es un medio sumamente atractivo, que permite integrar las capacidades plásticas con la tecnología, y que conlleva muchas formas de expresión simultáneamente: música, narratología, puesta en escena, actuación… Creo que no me quedaba más remedio que hacer mis propias películas.

P: ¿Cuáles fueron  tus experiencias durante la carrera de cara a  tu evolución posterior como artista?
R: Considero los cinco años de carrera como uno de los períodos más felices de mi vida, porque todos los días podía dibujar. Esto ya no me ocurre. Además, todos los días me enfrentaba l reto del aprendizaje, y ahí estaban los profesores que te guiaban, los modelos, las aulas, los caballetes… Todo a tu servicio. Y los compañeros, de los que aprendía mucho. Sin embargo, es posible que previamente a estudiar en la facultad tuviese más capacidad para lanzarme a hacer cosas originales, que una vez en la carrera, donde hay que aplicar mucha disciplina en el dibujo y a menudo se descuida la creatividad. Esto da para todo un debate: mucha gente piensa que la creatividad no se enseña, se la trabaja uno. En cualquier caso, al entrar a estudiar animación pude dar rienda suelta a mi imaginación, tanto por la vía narrativa como experimentando con las imágenes.
                      


P: ¿Por qué te  decantaste por la docencia?
R: Me matriculé en Doctorado con la idea de hacer mi tesis sobre animación, y conseguí una beca de investigación con la que se podía impartir un poco de docencia, en prácticas. Me integré en un equipo de trabajo en la universidad, el área de animación del Departamento de Dibujo, donde poco a poco fui encontrando mi lugar. Para mí fue decisivo comenzar a enseñar “Fundamentos de la animación” en un grupo con docencia en inglés: di esas clases durante seis años, a grupos que eran numerosos y muy heterogéneos, con muchos alumnos Erasmus y Promoe, además de españoles. Nunca olvidaré esos años de clase, ni a los alumnos. Enseñar en inglés me obligó a simplificar, a ser más clara, a ir al grano. Tenía que preparar muy bien esas clases y demostrar que dominaba sobradamente lo que estaba enseñando. También he enseñado Animación Experimental en el “Master de II livelo d’Animazione” en la Accademia de Belle Arti de Palermo, entre 2011 y 2012, y Concept Art y Dirección de Animación en el “Máster de Animación” de la Universitat Politècnica de València, desde su creación en 2010.

P: ¿Cómo te identificas más, como pintora/  dibujante o como animadora, como artista o como docente?
R: Como un poco de todo. Como un hombre del Renacimiento. Sin embargo, ese ideal de persona que domina gran número de materias hoy en día es difícil de encontrar, entre otras cosas porque los campos del conocimiento están mucho más expandidos. Soy una investigadora en animación que sabe dibujar. Soy una animadora que sabe pintar retrato. Soy una pintora que escribe. Soy una profesora que además edita una revista. Cada vez hago más cosas, y con frecuencia se retroalimentan entre sí.


P: Fíjate que hablas de hombre del Renacimiento, pero ese ideal de la cultura integral  seguramente lo compartieron y lo llevaron también a la práctica algunas mujeres ilustres, aunque la Historia en clave masculina nos ha escamoteado sus nombres. Les enseñaron los fundamentos del saber de su época pero solo les dejaron reflexionar sobre ellos a puerta cerrada. En otro orden de cosas, ¿cuáles son tus  influencias artísticas más directas en pintura y en animación. ¿Te  adscribirías a alguna escuela o corriente?
R: Una cosa son las preferencias o gustos, que pueden ser muy amplios, y otra lo que realmente evocas cuando trabajas. A mí me gusta mucho Bacon, pero no pinto como él. Me gustan Vermeer, Velázquez, Goya, Sorolla, Sargent, Boldini... De los dos últimos hay ecos en "Retrato de D.", pero también de Dix y  Munch. Sería difícil hablar de una sola corriente, pero en pintura, lo mío es el realismo.
Naturalmente, los animadores que más admiro también confiesan influencias pictóricas: Joanna Quinn admira a Goya y Daumier; Georges Schwizgebel es un gran entendido del arte clásico; y luego están los que tienen influencias literarias, como Raimund Krumme o Gil Alkabetz. Uno de los narradores en animación que más admiro es Priit Pärn: sus películas son como puzles, utilizando líneas temporales discontinuas, relaciones enigmáticas entre los personajes, objetos con significado poderoso… Todos estos elementos cobran sentido al final del filme, cuando las distintas líneas  o personajes se reúnen. Priit Pärn vino en el año 2000 a darnos un curso a la UPV, y de ahí salió mi primer corto que puedo considerar personal: “La pantera de Rilke”, que fue mi trabajo fin de carrera.

P: ¿Cómo vives cada nuevo proyecto  fílmico desde su concepción hasta la postproducción? Por poner el símil  de los buenos novelistas, se entregan a la historia antes de comenzar a  escribir con una  documentación y ambientación exhaustivas, durante la elaboración dejan  un poco que los personajes cobren vida y se muevan por sí solos, y  después suelen decir que se quedan como vacíos, hasta que recuperan otro proyecto que llena el hueco. ¿Te pasa a ti algo parecido y cómo lo explicarías?
Simplificando, la respuesta es que no, no me quedo vacía. Siempre hay más proyectos detrás, ideas que recolectas y almacenas, y que esperan el momento oportuno para madurar y salir fuera. Mi proyecto actual lo tengo en mente desde 2002. Le ha costado tomar forma.
Como no soy una realizadora profesional que tenga que vivir de esto y trabaje ocho o diez horas diarias en lo mismo, mis procesos de creación son muy lentos, y a veces, casuales. Es uno de los problemas de la dispersión. "El gato baila con  su sombra" surgió de una observación casual: una vez mi marido y yo vimos un gatito haciendo monerías frente a un foco, donde se reflejaba su sombra. Un señor sudamericano que por allí pasaba dijo, "con su sombra juega". Esta idea me llevó a la escena de "Carmen la de Triana", de Florián Rey (1937), donde Carmen, en un anticipo de su fatalidad, baila con su sombra proyectada en la pared. Ahí estaba todo. Pero el proceso creativo propiamente dicho lo hicieron otros, la animación de las secuencias. Yo me ocupé de la parte conceptual, de coordinar el proyecto y de darle forma final. "El gato" es una excepción.
"La flor carnívora" partía de una idea muy loca: la de unas piernas transformándose en tijeras y cortando la cabeza del amante durante el coito. A veces se me ocurren esas cosas. Atesoré esa idea durante años y poco a poco se transformó en relato, introduciendo nuevos elementos que iba recolectando mentalmente, como la sombra dibujada (la leyenda griega acerca del origen del retrato: la hija de Butades trazando el perfil proyectado de su amado antes de que parta a la guerra), la escena de la fotografía en la playa (la manía de hacerse las mismas fotos con distintas novias que  tienen algunas personas ), el boliche de la cama que siempre se cae, incluso la escena de la tijereta que sale la coliflor: eso lo introduje en el último momento, con la animación ya casi acabada, porque necesitaba una escena de tensión a mitad del segundo acto. Muchos ven en esta escena un símbolo de la obsesión de la protagonista por el hombre que no regresa (como si fuera un gusano en el cerebro), pero lo cierto es que lo de la tijereta me había pasado de verdad, en la cocina.
Y luego hay una serie de imágenes recurrentes que una las pone no por ahorrar trabajo, sino porque intuyes que te están diciendo algo: el caminado subjetivo (el plano de los pies que caminan) se repite en "Retrato de D." y el "La flor", así como las formas circulares, con historias que empiezan por el final.

                                             

P: Pensando  en una persona lega, ¿cómo le explicarías el tipo de animación que tú haces frente a los dibujitos de la tele?
R: Los dibujitos de la tele proceden de un entramado comercial organizado en productoras, donde existe división del trabajo, múltiples perfiles profesionales, supervisiones a muchos niveles, subcontratas en Asia, fechas de entrega, y sueldos.
Por el contrario, el animador independiente es un freelance que hace la peli que él quiere ver. Se pone sus objetivos y los cumple en un plazo accesible: un corto puede costar un año o dos de trabajo, incluso contando con un pequeño equipo. Yo suelo recurrir a un ayudante para la animación, y otro para la postproducción (trabajo de ordenador). Y desde hace pocos años, cuento con un músico genial: Armando Bernabeu Lorenzo.
Luego, dependiendo del formato final, puedes necesitar recurrir a compañías que te hacen la impresión de la película en 35mm y un técnico de sonido que te arregla la banda sonora.
Ver uno de estos cortos es más difícil que ver una serie. Su medio de difusión son los festivales, porque no se suelen ver en salas comerciales. Si consigues una venta, suele ser para televisión, y los cortos son una cosa bastante excéntrica y que no suele estar destinado a todos los públicos, por lo que suelen ir confinados a programas culturales que empiezan a las 12 de la noche. En mi caso, “Ficcionari” en Punt 2. Es gracioso cuando enciendo la tele y de repente la están poniendo.

P: ¿Consideras tu reciente  retorno al retrato una nueva etapa en tu trayectoria?
 R: Una etapa interrumpida por el embarazo (no se puede pintar al óleo), pero yo diría que sí. El trabajo de bloc de bocetos es la prueba más evidente de ello. Lo retomé en Palermo por puro aburrimiento, en  septiembre de 2011, y de repente me encontraba haciendo lo que mejor se me daba, rodeada de una "tribu" de personas entusiastas que aprendían viéndome dibujar y que querían ser retratados. Fue fenomenal. Cuando suceden así las cosas, todo es posible. Pero cuando conseguir un boceto de alguien se convierte en una situación forzada, ya no puedes dibujar más.
 
P: ¿Crees que hay un estilo mujer para la creación artística y si está esa huella femenina en tu obra?
R: Pues es un punto de vista del que, como creadora, huyo con todas mis fuerzas, pero suele emerger a veces: "La flor carnívora" es una obra muy femenina, muy personal, pero me decanto más por el otro yo con voz masculina (“Retrato de D.”). "El gato", confrontado con el perro, era también una figura femenina.
Muchos teóricos y aficionados al cine creen sin duda que existe ese estilo mujer que mencionas, y que suele estar asociado al trabajo independiente, a trabajar con otras mujeres, etc. Yo he tratado un poco este tema aquí:
http://www.academia.edu/3855639/A_Film_of_Ones_Own_The_Animated_Self-Portraits_of_Young_Contemporary_Female_Animators

P: ¿Consideras que hay algún hilo conductor entre tus películas?
R: Puede haberlo. Como he dicho antes, hay imágenes recurrentes, e incluso ideas que me guardo de una película a otra. Creo que hay una obsesión por la identidad: el "yo" de Nowan a través del retrato vampírico (en el cual se convierte), el "tú" amoroso que se metamorfosea en "La flor", y en mi proyecto actual, el "ello", lo desconocido e innombrable. Todos los intentos del conocimiento están condenados a fracasar. Y también son historias que tienen que ver con el tiempo, lo que creo que es muy coppoliano.

                              

Enlaces de acceso:
Link a “La pantera de Rilke”, ilustración visual del poema de Rainer Maria Rilke: https://vimeo.com/8410614

Link a “Retrato de D.”, la historia de un pintor que vendió su alma para alcanzar la gloria artística:

Link a “La flor carnívora”, una historia del amor y  la soledad femenina:
https://vimeo.com/3941739 No está en youtube
Link al proyecto colectivo  “El gato baila con su sombrahttp://www.youtube.com/watch?v=oeN94ITdLdE
La versión definitiva está en vimeo: http://vimeo.com/39226286

También podéis visitar su web:

HH

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