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viernes, 7 de agosto de 2015

Heroína cotidiana de Quisapincha

Fiestas en Qisapincha 

Entre el caótico tráfico vehicular de un lunes por la noche, en una de las esquinas de la avenida Cevallos esperaba un taxi. El juego de luces, el ruido sin justificación, el improvisado garaje en dos de los carriles de la avenida y el pronto caminar de la gente maquinaban un cotidiano día de feria. Durante mi espera había centrado mi mirada en una joven mujer indígena, que custodiaba un pequeño puesto de venta de mellocos, habas, arvejas y tomate riñón.

Junto a ella, dormía una niña de cabellos alborotados. Quienes transitaban junto a ellas no daban importancia a su presencia. Permanecí durante varios minutos contemplado la escena e intentando comprender la realidad de ambas mujeres. Por mi mente atravesaba un conjunto de inquietudes sin respuestas, cuestionaba al sistema, cuestionaba si alguna vez fui indiferente con esta mujer o con su realidad.

Inesperadamente un vehículo se estacionó. Una mujer descendió y empezó a caminar, llevaba entre sus manos dos bolsas plásticas de color negro que las entregó a la otra mujer. El sueño de la niña fue interrumpido bruscamente por su madre, quien la invitaba a empezar una insospechada cena. Decidí acercarme, después de un corto saludo la mujer me indicaba los precios de los productos: un dólar por una funda de mellocos, 50 centavos por una funda de habas o por una funda de arvejas, mientras decidía la cantidad a comprar, entable un sencillo diálogo:

- ¿La niña estudia?
- Sí, en escuela Venezuela.
- ¿De dónde son?
- Quisapincha
- ¿Tiene con quién dejar a su niña?
- No
- ¿Por qué vende a estas horas?
- Los municipales no dejan. Salgo a las cinco. Quitan todo.
- ¿A qué hora regresa a Quisapincha?
- No regreso.
- ¿Dónde duerme?
- Tengo cuarto más abajo.
- ¿Es casada?
- Sí.
- ¿En qué trabaja su esposo?
- No le veo. Pasa borracho.
- ¿De qué vive?
- Debo vender para cuarto, escuela, comida.

Compré habas, mellocos y arvejas. Mientras me alejaba, no sabía qué pensar o cómo actuar. Fui sorprendido por la honestidad de la mujer, fui sorprendido por una realidad reflejo de otras realidades de mujeres, niñas y niños de nuestro país.

Carlos Arellano nos habla  en este articulo que titula Realidades de La Parroquia San Antonio de Quisapincha y  del Canton Ambato ciudad andina de Ecuador .

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HH

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