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jueves, 4 de julio de 2019

Manuela Garín Pinilla pionera de las Matemáticas en México



 Manuela Garín Pinilla  (1 de enero de 1914-30 de abril de 2019 ) 

De Sonora a Yucatán, la enseñanza de las matemáticas en México se revolucionó cuando Manuela Garín Pinilla tomó las riendas de las instituciones universitarias de esas dos entidades. Y de muchas otras más.

Revolución, matemáticas, camaradería y docencia fueron algunas de las batallas de esta mujer que fue niña migrante desde Asturias hasta Cuba durante los convulsionados años de la Primera Guerra Mundial; más tarde refugiada en México, huyendo de la Cuba de Gerardo Machado. Mane, como le llamaban sus numerosísimos amigos, fue pionera en las ciencias, pasó cinco décadas de su vida en las aulas, madre del máximo exponente del movimiento estudiantil del 68 y de una notable bailarina, activista por la libertad de los presos políticos y reformadora de la docencia de las matemáticas en las escuelas y universidades del país. Ayer murió. Había cumplido 105 años de fructífera vida.

Nació el primero de enero de 1914, el primer año de la era llamada “el siglo corto”, en Asturias. Su padrastro se trasladó con toda la familia a Pinar del Río, en Cuba, contratado por una compañía minera y ahí, a falta de escuela para Manuela, le inculcó el amor por los números, los cálculos y el conocimiento de las ciencias duras.

La crisis económica y los pininos de Manuela en las tareas clandestinas contra la dictadura de Gerardo Machado hicieron que la madre y sus hijos huyeran a México. Aquí Manuela volvió a desafiar los límites que se imponían a las mujeres de su época y trabó muy pronto vínculos con trabajadores de las carnicerías y de ahí pasó a formar filas del Partido Comunista. Eran los años de Lázaro Cárdenas.

Fue una de las dos primeras mujeres en ingresar a la entonces muy pequeña Facultad de Ciencias de la UNAM y pionera en el estudio de las matemáticas.

Hace años, en una entrevista, la periodista Paula Mónaco Felipe le preguntó lo que muchos en la vida nos preguntamos: ¿Porqué son importantes las matemáticas?

Lo son, respondió, “porque son pura lógica. Si sabes hacer razonamientos lógicos y sacar conclusiones, cuando te dicen algo que no tiene lógica dices: “pera, pera, barájamela más despacio, ¿dónde me quisiste engañar o dónde te tropezaste y te fuiste por otro lado?” Es muy difícil que se engañe a la gente que sabe matemáticas”.

Esposa del ingeniero Raúl Álvarez fue una esposa y madre poco convencional. Mane narró en una entrevista realizada para este diario hace cinco años que en el sencillo comedor de su departamento nunca se dejó de hablar y discutir sobre política: los ferrocarrileros, la autonomía universitaria, Vietnam, Cuba, las dictaduras, los estudiantes. Su hijo Raúl Álvarez Garín, de niño y adolescente, nunca dejó de parar oreja.

Por sus métodos avanzados de enseñanza a en las matemáticas aplicadas, Mane fue llamada a fundar el Instituto de Geofísica en la Universidad de Yucatán y más tarde la Escuela de Altos Estudios de la Universidad de Sonora.

Contribuyó al desarrollo de modelos matemáticos de geomagnetismo, desarrolló en los años 70 planes de estudio y libros para la enseñanza a media y fue docente en el Tecnológico o de Monterrey y en la Facultad de Ingeniería de la UNAM
Blanche Petrich.  30 abr 2019 



Traemos una entrevista que se le realizo en su cien cumpleaños 2 de enero de 2014: 

Manuela Garín: 100 años de ser madre, profesora, científica y luchadora social

Blanche Petrich


Disfruta muchísimo platicar cosas de su vida, hechos que ocurrieron en tiempos pasadísimos, porque los recuerdos de alguien que llega a los 100 años de edad con la lucidez y la memoria intactas se pueden conjugar así, en pasado y pasadísimo. Su risa es ancha y sonora, proclama que la vida es maravillosa y decreta que ella –Manuela Garín de Álvarez– ya está en edad de hablarle de tú a quien se le dé la gana. Claro, con la condición de ser correspondida en el tuteo.

Este primero de enero fue su cumple-siglo. Matemática, precursora de las mujeres científicas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), reformadora de los sistemas de enseñanza preparatoria y superior, maestra emérita de la máxima casa de estudios, ex basquetbolista aficionada, integrante de una célula comunista en tiempos de Lázaro Cárdenas, bisabuela de nueve jóvenes, sube y baja los tres pisos del edificio donde vive y aprieta fuerte cuando abraza. Y los martes, sin falta, recibe a sus amigos para desayunar en su departamento, en el multi Juárez.

Uno de esos amigos suyos, Manuel Diego, se sentó con ella un día a platicar y platicar. De ahí salió el librito Manuela Garín. Saber contar, Ediciones Oro de la Noche.

La huella de Manuela Garín Pinillas en las instituciones de enseñanza de la ciencia es profunda y prolífica. En más de medio siglo de vida profesional activa fundó el Instituto de Geofísica de la UNAM en Yucatán y la Escuela de Altos Estudios en la Universidad de Sonora; enseñó a un sinnúmero de generaciones en la Normal Superior, la Escuela Nacional Preparatoria, el Tec de Monterrey –donde ayudó a crear la carrera de Matemáticas–, las facultades de Ingeniería y Ciencias de la UNAM y la Universidad Femenina. Durante años organizó los congresos para la Sociedad Matemática Mexicana. Fue investigadora en el Instituto de Geofísica y recibió el título de profesora emérita en 1990.

En las historias oficiales de Manuela, la Mane, consta que nació el primero de enero de 1914, en Asturias, España. Sostiene: Uno es de donde tiene su primer recuerdo. Y mi primer recuerdo, cuando tal vez tenía tres años, es estar parada en la cubierta de un barco, de la mano de mi mamá, en medio del mar, mirando flotar una ballena en el horizonte, cubierta de pájaros. Con esa imagen insólita, empezó para mí el mundo, durante una travesía a la mitad del océano. Sería 1917.

En todo lo que emprendió en su larga vida –y lo que falta– la centenaria Manuela ha sido innovadora: le tocó ser estudiante de la primera generación de lo que hoy es la Facultad de Ciencias, en 1937; ejerció como esposa y madre bajo un amplio criterio de independencia e igualdad; contribuyó en los años 60 y 70 en las grandes reformas para modernizar la enseñanza de las matemáticas. Pero ella le resta importancia a su papel de precursora. Simplemente viví la vida intentando ayudar, dice.

La leyenda del pico de Orizaba

La familia Garín Pinilla (Diego Garín era su padre adoptivo) desembarcó en La Habana y se asentó en un pueblo minero de Pinar del Río. Manuela tiene recuerdos de una infancia feliz, sin escuela pero con dos excelentes maestros: el secretario de la mina que les enseñaba a leer y las clases de matemáticas de su papá, tan bien explicadas que definieron el futuro de la niña mayor.

La gran depresión y la dictadura de Machado pusieron fin a la etapa cubana de la familia, aunque el terco acento de la isla donde Manuela aprendió a hablar aún se esconde en ella. Sin don Domingo, a quien no se le concedió la visa, la madre María Luisa llega a México con sus seis hijos en 1932.

–¿Conocías esa leyenda que contaban los inmigrantes europeos que llegaban en aquel tiempo, de que si desde el puerto vislumbraban el pico de Orizaba significaba que iban a echar raíz en México?

–Mira tú, no lo sabía, pero nos pasó ¿eh? Lo vimos, un triangulito con la nieve de distintos blancos. Y los seis hermanos formamos seis felices hogares mexicanos.

Llegando a España, Domingo Garín murió y nunca pudo reunirse con su familia en México.

Imagina a mamá, sola con seis hijos llegando a un nuevo país, en esa época que no se acostumbraba que las mujeres trabajaran. ¡Qué bueno que a mí no me tocó, porque a mí me encanta trabajar!.

¡Una muchacha en la UNAM!

Pese a todo, en 1937 Manuela hacía su ingreso triunfal a lo que entonces se llamaba la Escuela de Física, Matemáticas y Biología de la UNAM, en el hoy Palacio de Minería. Fue pionera en su carrera.

No era fácil porque éramos muy pocas muchachas y por lo general cuando los chicos veían pasar una mujer salían aullando. Pero una vez que nos conocían nos respetaban.

Su primera experiencia política en el México cardenista fue en una célula comunista de carniceros de La Merced, invitada por los dueños de una carnicería donde solía comprar carne para su madre enferma. De ahí pasó a la célula de su facultad, donde conoció al estudiante de ingeniería Raúl Álvarez. Nos hicimos novios Raúl y yo, aunque le advertí que no me casaba hasta terminar la carrera. Y así fue.

Una esposa nada convencional

Manuela nunca se planteó ser ama de casa. Los hijos llegaron muy pronto, Raúl a los 9 meses de la boda y Tania año y medio después. Pero la nueva mamá no dejaba las aulas y las oficinas, el cálculo y la estadística.

“Un día me dice mi suegra: ‘Oye, ¿qué no puedes vivir con lo que gana tu marido?’ Le contesté que sí, pero que si yo hice una carrera y trabajando podía agregar un poquito a lo de Raúl, pagándole a alguien que vea lo de la casa mientras yo me dedico a las matemáticas, ¿por qué no voy a trabajar?”. Así se zanjó el asunto de una esposa nada convencional. Y como mi marido nunca me lo prohibió... pues así seguí. Eran los años 40.

Madre coraje

Las luchas sociales siempre ocuparon un asiento en la mesa de los Álvarez Garín, donde se hablaba de revoluciones, de Vietnam, de la India, de Fidel Castro, de lo que pasaba en el mundo, de las huelgas de los médicos, los ferrocarrileros, de los mineros, los maestros, de las injusticias en el campo, de donde hubiera problemas y luchas. En consecuencia, frente a las oleadas represivas de la época, le tocó ser madre coraje.

El 68 encuentra al hijo Raúl al frente de la representación de la escuela de matemáticas del Politécnico ante el Consejo Nacional de Huelga. El 2 de octubre, en medio de la masacre, Raúl cae preso, entre los centenares de jóvenes detenidos esa noche. Lo que siguió fue la angustia, la búsqueda, las visitas a la crujía de Lecumberri, el abuso del Ministerio Público, la comprensión de que ante lo irracional de las acusaciones de la PGR no había defensa penal que valiera; las madres movilizadas, Manuela siempre acompañada por quien entonces era su nuera, María Fernanda La Chata Campa, hija de Valentín Campa, que también estaba preso; la escritora Elena Poniatowska, que en esos días reporteaba para La Noche de Tlatelolco, una de sus obras mayores, y Montserrat Gispert, otra científica.

Con el cambio de régimen, Luis Echeverría Álvarez intenta deshacerse de esa papa caliente que era el colectivo de presos políticos. A Manuela le toca ser la intermediaria entre los líderes del colectivo, Raúl y Gilberto Guevara Niebla, y el secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia. Los dirigentes fueron enviados al Chile de Salvador Allende vía Perú.

20 millones de mexicanos

Mane le resta méritos a su vida de pionera, como científica, luchadora y como mujer independiente.

-¿Te sientes precursora de una forma de ser mujer en este país desde los años 30?

--Pues sí, yo oía que las mujeres no podían hacer muchas cosas en esos tiempos. Pero, pues como yo hubo algunas otras. Es que cuando uno de veras quiere hacer algo, pues se hace y ya”. Y otra vez la carcajada contagiosa, que conjuga perfecto con la Nochebuena que adorna su sala.

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HH

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