Mileva Maric (19 de diciembre de 1875, Titel, Serbia- 4 de agosto de 1948 Zúrich, Suiza)
Mileva Maric y Albert Einstein se conocieron en la Universidad Politécnica de
Zürich a finales del siglo XIX. Maric era la única mujer que
estudiaba matemáticas y física en aquella universidad. En 1896 iniciaron una
relación sentimental y Einstein estaba fascinado por la intensa
colaboración intelectual que recibía de parte de su compañera serbia. A la
única persona que disgustaba aquella relación era a la madre del genio, una
alemana misógina y xenófoba, que nunca vio con buenos ojos a la serbia: “Ella
es un libro igual que tú, pero lo que tú necesitas es una mujer. Cuando
tengas 30 años, ella será una vieja bruja”.
Como sea, la pareja estaba
flechada porque ambos hablaban el mismo lenguaje: ella le dio clases de
matemáticas (que nunca fueron el fuerte de Einstein), preparaban juntos sus
exámenes y compartían el mismo interés por la ciencia y por la música.
Einstein le escribió en 1900: “Estoy solo con todo el mundo, salvo contigo.
Qué feliz soy por haberte encontrado a ti, alguien igual a mí en todos los
aspectos, tan fuerte y autónoma como yo”.
En 1902, Einstein se trasladó a
la ciudad de Berna, Suiza, donde consiguió empleo en una oficina de patentes.
Tras cinco años de convivencia Albert y Mileva terminaron casándose a
comienzos de 1903 y tuvieron su primer hijo al año siguiente. En sus ratos
libres, Einstein desarrolló, entre otras cosas, la Teoría de la relatividad
especial que habría de revolucionar la física moderna. Los frutos de su
trabajo fueron publicados en 1905, en la -en aquel entonces- prestigiosa
revista Annalen der Physik.
Cuando se le preguntaba a Mileva por qué no
firmaba los artículos que elaboraba junto a su esposo, su respuesta era: "Wir
sind ein Stein!" (Somos Einstein), que en alemán significa “somos una
piedra”.
Esta es más o menos la historia oficial, la que todos sabemos;
pero se puede ahondar un poco más en la vida privada del genio, en sus
inicios y sobre todo, en la relación con su primera esposa.
Aunque Mileva
fue una sobresaliente matemática, nunca terminó formalmente sus estudios, en
cambio Albert pudo defender su tesis doctoral en 1905.
Para 1908, Einstein
consiguió finalmente un puesto de profesor en la Universidad de Berna. En
cuanto a Mileva, el matrimonio la obligó a abandonar definitivamente la
universidad y la física.
Existen varias cartas del noviazgo en las que
Einstein debate con ella sus ideas de la relatividad e inclusive se refiere a
“nuestra teoría” y le da un trato de colega. A partir de estas evidencias hay
estudiosos que concluyen que las ideas fundamentales de la teoría de la
relatividad fueron de Mileva Maric, quien no pudo continuar con su carrera
puesto que se hizo cargo del cuidado de los hijos, uno con retraso mental, lo
que desde luego le exigió más cuidados maternales. Incluso ahora se sabe que
engendraron una niña en 1902, antes de casarse, de la cual se sabe muy poco,
sólo que la entregaron en adopción.
Mientras ella cuidaba de sus hijos y
renunciaba a la ciencia, Einstein desde su puesto académico tuvo el tiempo
suficiente para concluir sus estudios y desde luego para desarrollar la
teoría, de la que se sabe ahora,
no todo el crédito era suyo. En esa pareja
de físicos alguien tenía que cuidar a los niños, alguien tenía que lavar y
preparar la comida; y ése fue el papel que Einstein y la sociedad patriarcal
asignaron a Mileva, quien
subordinó todas sus aspiraciones a los objetivos de
su esposo y puso todos sus conocimientos a su servicio.
"Mi gran
Albert ha llegado a ser célebre, físico respetado por los expertos que se
entusiasman por él. Trabaja incansablemente en sus problemas. Puedo decir que
sólo para eso vive. Tengo que admitir, no sin vergüenza, que para él somos
secundarios y poco importantes", escribía Mileva a unos amigos.
Einstein a su
vez admitía: "Nuestra vida en común se ha vuelto imposible, hasta deprimente,
aunque no sé decir por qué".
Con el paso del tiempo la relación se tornó
disfuncional. Ella ya no le resultaba divertida y tampoco le aportaba nuevas
ideas ni conocimientos.
Las “Reglas de conducta” que Albert Einstein le
impuso por escrito en 1914 son una cruda muestra de su autoritarismo y, a su
vez, del machismo y violencia sicológica que ejerció en contra de
Mileva:
“A. Te encargarás de que:
mi ropa esté en
orden,
que se me sirvan tres comidas regulares al día en mi
habitación,
que mi dormitorio y mi estudio estén siempre en orden y
que
mi escritorio no sea tocado por nadie, excepto yo.
B. Renunciarás a
tus relaciones personales conmigo, excepto cuando éstas se requieran por
apariencias sociales. En especial no solicitarás que:
me siente junto
a ti en casa,
que salga o viaje contigo.
C. Prometerás
explícitamente observar los siguientes puntos cuanto estés en contacto
conmigo:
no deberás esperar ninguna muestra de afecto mía ni me
reprocharás por ello,
deberás responder de inmediato cuando te
hable,
deberás abandonar de inmediato el dormitorio o el estudio y
sin protestar cuanto te lo diga.
D. Prometerás no denigrarme a los
ojos de los niños, ya sea de palabra o de hecho.”
Con este tipo de
imposiciones obviamente que las cosas no funcionarían nunca, por lo que los
Einstein terminaron separándose en 1914. Einstein volvió a casarse en 1915
con una de sus primas, Elsa Einstein, quien también era divorciada y tenía
dos hijas. Esta nueva relación marital fue como un necesario soplo de vida
para el aún desconocido físico, ya que apenas un año después y con una
inusual lucidez y energía dio a conocer su famosa Teoría General de la
Relatividad.
Elsa fue la mujer sumisa que Einstein buscaba. En silencio y
total sumisión supo mantenerse a prudente distancia, dedicada al hogar y
facilitándole el trabajo de investigación. Su doméstica obediencia dio un
paso más cuando aceptó organizarle la agenda y restringirle el número de
visitantes que aspiraban hablar con él, a medida que crecía su fama.
De
los hechos se desprende que Einstein nunca necesitó una esposa sino
una secretaria, y que no quiso formar una pareja científica ni conceder
crédito alguno en su teoría a su ex esposa Mileva. Quizá por eso, de alguna
manera le pagó por su aporte, al otorgarle el dinero que ganó por el Premio
Nobel de Física.
Un detalle bastante revelador aportado por la feminista
alemana Senta Trömel-Plözt es que, cuando Albert y Mileva se separaron
oficialmente en 1919, el documento del divorcio incluyó una cláusula de que,
en caso de recibir Einstein algún premio por los artículos publicados en 1905
en los Annalen der Physik, debía entregárselo íntegramente a Mileva. ¿Tenía
la esperanza Mileva que ese trabajo revolucionaría al mundo? ¿Cómo
pudo saberlo si no fue parte del mismo? Fue en los años de su vida
conjunta, hasta 1914, cuando nacieron las obras más importantes de Einstein,
por lo que algunos creen que el papel de su mujer era significativo, sobre
todo en matemáticas, materia en la que alguna vez brilló en su
Facultad.
Mileva Maric
Y fue así que en 1921 Albert Einstein ganó el
Nobel de Física por sus publicaciones de 1905, y un año después le entregó la
totalidad del dinero del premio a su ex-esposa. Y también hay que decirlo:
Einstein era un misógino empedernido. Estaba convencido de que “muy pocas
mujeres son creativas. No enviaría a mi hija a estudiar física. Estoy
contento de que mi segunda mujer no sepa nada de ciencia”. Decía también que
“la ciencia agría a las mujeres”, de ahí la opinión que tenía de Marie Curie:
“nunca ha escuchado cantar a los pájaros”. Aun así, dentro de ese
machismo recalcitrante, fue quien acuñó la célebre frase: “¡Triste época la
nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.
Mileva vivió
hasta el último de sus días en Zúrich, en un apartamento con vista a la
facultad en la que estudiaron juntos. El piso fue comprado justamente con el
dinero del Premio Nobel.
Sirva este pequeño retrato de Mileva Maric como
homenaje a esas miles, millones de abnegadas esposas y madres, que han
sacrificado sus sueños,carreras e ideales, porque el instinto maternal y el
amor han sido más fuertes que el estatus.
Escrito por Maria Suarez Toro. Todo nuestro agradecimiento hacia ella.
Escrito por Maria Suarez Toro. Todo nuestro agradecimiento hacia ella.
Parte de la tesis de María Suarez Toro de la Univ de Costa RIca, sobre el aporte invisibilizado de las mujeres. Esa
tesis despues fue teatralizada por el grupo Alas de Mariposa
http://www.jornada.unam.mx/2005/02/07/informacion/78_mileva.htm
Gracias a Barbara Gil, Coca Trillini entre otras de las mujeres de la red Rima, que son lo Más
http://www.rimaweb.com.ar/
http://mujeresabordo.blogspot.com/
http://www.eldiario.es/autores/consuelo_barea/
http://www.alasdemariposa.org/p_esp/10cartas_apoyo/10tesis_maria_s.htm
http://www.jornada.unam.mx/2005/02/07/informacion/78_mileva.htm
En esta última página se citan las siguientes Fuentes
“La mujer detrás de Einstein”, La Jornada, 1/4/91
Arthur Spiegelman, “Einstein le leyó la cartilla a su esposa…”, La Nación, 23/11/96
Albert Einstein, Cartas a su novia Mileva, Princeton University Press, 1987